3 cosas que aprendí al convivir con mi oscura carcelera, la depresión
La depresión me empequeñeció hasta meterme en los oscuros recovecos de una caracola. Desde allí, escuchaba el rumor del mundo en la lejanía pesada de mi soledad. Percibí incluso el murmullo de quien me juzgaba por ser débil, de quien me decía eso otro de que “me animara, que la vida son dos días”. Sin embargo, mi depresión duró cinco años, tiempo suficiente para aprenderlo todo de ella.
A menudo, a quienes superan una enfermedad mental o una dolencia de especial gravedad se les llama héroes, y se suele enfatizar de ellos dimensiones tales como el valor y el coraje mostrado para afrontar ese momento difícil. Sin embargo, quien ha pasado por ello sabe que son instantes vitales en las que no cabe más opción, no hay otra salida más que la de ser fuertes y cuidar de que no surja el peor enemigo de todos: la rendición.
“El dolor no es para hacerte sufrir. El dolor es para hacerte más consciente. Y cuando eres consciente, la desdicha desaparece”.-Osho-
Por otro lado, los estudios y los informes de la OMS nos advierten de forma reiterada de que la tasa de trastornos depresivos no hace más que aumentar cada año. Entre esos datos, curiosamente, no suelen dar datos de las personas que salen de ese pozo en el que impera la ley que marca la tristeza.
Esto se debe principalmente a un hecho que se puso de relieve en el congreso de la OMS este mismo año. 7 de cada 10 personas no reciben el tratamiento más adecuado, con lo cual, la sombra de la depresión viene y va, y cuando aparece, que suele ser lo más habitual, se recurrir al tratamiento más sencillo: los fármacos. Por tanto, se necesitaría de un enfoque más holístico, multifactorial.
Así, la depresión que no es correctamente tratada se convierte poco a poco en una asfixiante inquilina que desordena nuestras mentes, que cierra las ventanas y baja las cortinas de nuestra esperanza para lograr aquello que tanto le agrada: hacernos cautivos en nuestro propio hogar. No es fácil poner orden en semejante caos. No es sencillo hacerla salir, desinfectarla, empequeñecerla…
Sin embargo, hasta la depresión más grave se puede superar con un tratamiento adecuado. Y cuando lo hacemos suele dejarnos unas valiosas enseñanzas que merece la pena tener presentes.
1. Desinfectando el estigma de la depresión
La depresión sigue siendo un estigma. No importa que estemos en la era de la información, que tengamos acceso a múltiples datos… Nada de eso tiene importancia porque de la depresión no se habla, no es una conversación cómoda ni fácil y en ocasiones puede ser hasta un auténtico tabú. Por ejemplo, lo es en muchas ocasiones cuando la mamá que acaba de dar a luz no puede con su vida y se siente incapaz de atender a su hijo recién nacido.
¿Cómo va a entender su entorno que sufre una depresión postparto si lo “natural” es que se sienta más feliz que nunca? Aún más, si hiciéramos una encuesta para sondear sobre qué ideas tiene la población en general sobre la depresión, lo más probable es que surgieran términos como “debilidad”, “mujer” o “rendición”.
Estas ideas completamente sesgadas conducen muchas veces a que las personas queden confinadas en la cárcel de su propio silencio, temiendo el juicio ajeno y la mirada de que observa sin entender. Así es como nace el aislamiento, por la incomprensión que las personas con depresión sienten fuera de la burbuja que han creado para protegerse.
Es necesario saber que la depresión no discrimina, que nos puede afectar a todos sin hacer distinciones de sexo, de escala social o de estilo de vida. Y a menudo, y esto hay que tenerlo claro, son las personas más fuertes las que antes suelen caer en este profundo abismo.
2. La depresión nunca viene sola
La depresión suele llegar acompañada por amargos y devotos aliados, como es el caso de los trastornos de ansiedad o de pánico o el estrés… Muchas personas lo definen casi como estar en el interior de un avión que está a punto de estrellarse.
El corazón se acelera, el miedo constante nos trasforma en alguien que es incapaz de mantener el control sobre la propia vida. en una persona que apenas duerme o que duerme mucho, alguien que apenas come o que por lo contrario, experimenta un hambre hedónica.
Cada persona experimentará una sintomatología concreta que dará forma poco a poco a un sombrío caleidoscopio de infinitos matices y amargos sufrimientos. Así, y casi de un día para otro, la persona se verá tomando antidepresivos para tratar la ansiedad, beta-bloqueadores para frenar el corazón acelerado, fármacos para reducir las náuseas y pastillas para dormir por la noche.
3. Ahora soy una persona mucho más compasiva conmigo misma
La depresión no se cura en un mes, ni en dos. A veces, necesitamos años. Cada cual vive su proceso de un modo, cada cual emerge de los solitarios recovecos de su caracola a su ritmo y con su propia música. Es como hallar el camino de vuelta a casa después de haber estado perdido en un desierto, dando palos de ciego, sin rumbo, sin brújula, sin fuerzas… y sin la esperanza de salir algún día de allí.
- De la depresión se aprende y también se desaprende. Porque a veces, es necesario dejar atrás muchas cosas, cambiar hábitos, reevaluar ciertos objetivos vitales y ante todo desechar la clásica idea de que “uno puede con todo”.
- Superar esta enfermedad nos ayuda a desarrollar una voz interna mucho más compasiva. Esa que entonces ha aprendido a decirnos “para, tómate tiempo para ti”, “detén esos pensamientos, no hay necesidad de ser tan exigente contigo mismo” …
A su vez, y para terminar, esa compasión nos permite también tomar mayor contacto con lo que nace de nuestro interior para entender nuestras necesidades, nuestras limitaciones y también, cómo no, para tener siempre a mano esa caja de herramientas con las que mantener alejado a ese “perro negro” de la depresión –como decía el propio Winston Churchill-.
Cada cual alojará en esa cajita preciada de primeros auxilios aquello que más le funcione: la escritura, el deporte, los paseos, la lectura, una charla con los amigos… Son estrategias que cultivar a diario, hábitos de vida emocionalmente positivos y sanadores que nos mantienen a flote, que nos salvan y que nos acercan a esa versión que más nos gusta de nosotros mismos: personas que vuelven a sonreír.
Fuente: http://www.mujer.guru/2017/08/09/3-cosas-aprendi-al-convivir-oscura-carcelera-la-depresion/
Comentarios recientes