No sé cuántas veces he leído “El Principito”, tantas que he perdido la cuenta. Sin embargo, cada vez que tomo en mis manos este libro encuentro una frase que hace resonancia con la etapa de la vida que atravieso. Por eso, aunque Saint Exupéry escribió este libro usando un lenguaje muy sencillo, sus enseñanzas traspasan la barrera del tiempo y la edad.
La historia, aparentemente inocente de ese pequeño príncipe, crea un mundo paralelo a nuestra realidad en el que a menudo nos vemos reflejados. De hecho, a medida que crecemos podemos vernos reflejados en diferentes personajes o formas de actuar. Por eso, sus páginas siempre nos hacen pensar y, de cierta forma, nos ayudan a recuperar la magia de la niñez, nos ayudan a no convertirnos en esa persona mayor que solo «entiende» cuando le hablan con números, cuyo ego es tan grande como los baobabs y que no disfruta de la vida porque está demasiado ocupada.
1. Conócete a ti mismo antes de criticar a los demás
“Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio”.
Los niños no suelen criticar, simplemente descubren el mundo manteniéndose abiertos a las nuevas experiencias. Sin embargo, a medida que crecemos nos convertimos en personas de crítica fácil. En muchas ocasiones ni siquiera nos damos cuenta de que nuestras críticas a los demás, en el fondo, no son más que una proyección de aspectos propios que no deseamos aceptar, representan a nuestros»
yos repudiados«. Criticamos lo que no nos gusta, lo que nos cuesta aceptar, aquello con lo que no podemos lidiar.
Por eso, antes de criticar, es mejor mirar dentro de nosotros. El Principito nos anima a bucear en nuestro interior para comprender mejor esas resistencias y barreras que nos autoimponemos, pero también para conocer mejor nuestras debilidades y fortalezas, para saber realmente quiénes somos, sin dejarnos engañar por esa imagen edulcorada que hemos inventado de nosotros mismos.
Se trata de cambiar la perspectiva, dejar de centrarnos tanto en los otros, en sus errores y desaciertos, para comenzar a focalizarnos en quién somos y qué podemos lograr. Sin duda, este cambio de foco nos permitirá legar más lejos y ser más proactivos y felices.
2. Ama incondicionalmente, respetando la individualidad
“Es necesario exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. La autoridad reposa, ante todo, sobre la razón”.
Estas fueron las palabras del rey al Principito. Y encierran una enorme verdad que a menudo preferimos no ver. De hecho, muchas veces pretendemos que las personas que están a nuestro alrededor cumplan nuestras
expectativas, sin tener en cuenta sus sueños y necesidades, y las empujamos cada vez más hasta llevarlas al límite de sus fuerzas.
Este fenómeno se aprecia fundamentalmente en los padres con sus hijos, en los jefes con sus empleados e incluso en las relaciones de pareja. En estos casos, la persona pretende que el otro se adapte a sus normas y forma de ver la vida, y le demanda cada vez más, de forma irracional.
Sin embargo, El Principito nos motiva a respetar la individualidad y a no exigirles demasiado a las personas, sobre todo si partimos de expectativas irracionales. De hecho, detrás de este mensaje hay otro aún más poderoso: el amor debe ser incondicional, nunca debe representar un peso para quien lo recibe.
3. Busca en el interior, sin prejuicios
“Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos”.
Los ojos son ciegos, hay que buscar con el corazón, como hacíamos cuando éramos niños. Cuando nos centramos demasiado en el aspecto externo perdemos la oportunidad de descubrir algo mucho más importante: el interior. De hecho, a menudo los estereotipos nos llevan a establecer relaciones prejuiciadas con algunas personas, de manera que no logramos comprender su individualidad, que es donde reside su verdadera riqueza.
Debemos recordar que todos nos relacionamos usando máscaras sociales y nos movemos dentro de los roles que nos han otorgado. Por tanto, para llegar a conectar con alguien, es necesario derribar esas barreras.
Cada persona siempre tiene algo que ofrecernos, pero debemos ser capaces de ir más allá del aspecto externo, debemos conectar con su “yo” más profundo. Solo cuando damos ese paso logramos conocer verdaderamente a alguien y establecer una relación que vale la pena.
4. Invierte tu tiempo en construir relaciones especiales
“Es el tiempo que has perdido con tu rosa lo que la hace importante (…) Es a ella a quien he regado. A quien puse bajo una campana. A quien escuché quejarse o alabarse, a veces, también callarse”.
El Principito nos recuerda algo que solemos olvidar a medida que crecemos: nuestra posesión más valiosa es el tiempo. Los regalos caros no pueden compensar el tiempo que no hemos pasado con nuestros hijos, padres o pareja. Nuestro tiempo es el verdadero regalo.
Solo cuando pasamos tiempo con una persona llegamos a conocerla de verdad, es en esos momentos cuando se construye una relación única y especial, que resiste los problemas que deparará la vida y se convierte en una sólida fuente de apoyo.
Este libro nos invita a valorar más nuestro tiempo y a usarlo de forma más sabia, para construir relaciones que de verdad nos importen. Nos invita a aprovechar cada momento que pasamos junto a una persona especial, porque son esos momentos los que hacen que la vida valga la pena.
5. Elige los sentimientos y las experiencias, no las posesiones
“Los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín y no encuentran lo que buscan. Y, sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa”.
Muchas personas pasan toda su vida buscando el secreto del éxito, pensando que así conseguirán ser felices. Sin embargo, al llegar al final de sus vidas descubren que en su saldo han acumulado más
arrepentimientos que alegrías.
El problema es que en ocasiones, para encontrar, hay que dejar de buscar, o al menos cambiar el rumbo de la búsqueda. Tener más no significa ser más ricos, a veces la satisfacción se encuentra simplemente en necesitar menos y vivir con menos presión.
El Principito nos anima a cambiar la perspectiva porque cuando se trata de sentimientos, lo que cuenta no es la cantidad sino la calidad. Por eso, no te preguntes qué quieres tener sino que deseas experimentar y sentir. Te darás cuenta de que es mucho más fácil ser feliz de esta forma.
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