Aspectos psicológicos frente al diagnóstico de una enfermedad. Parte I
La relación cuerpo/mente es un concepto que ya se ha manejado desde tiempos antiguos. A ese respecto, hoy en día La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “aquel estado de bienestar físico, psíquico y social, y no sólo como la ausencia de enfermedad.”
Sin embargo, aún existe la tendencia de ver a la enfermedad como una alteración puramente física en el individuo y el proceso de curación se atribuye únicamente al tratamiento médico o quirúrgico que el médico determine, haciendo completamente de lado el papel que desempeña el estado psicoemocional del paciente, así como sus actitudes frente a la enfermedad.
Sucede, que en ocasiones, los médicos no consideran el impacto emocional, la ansiedad y el temor que sus palabras generan al dar la noticia de la enfermedad. A veces la información proporcionada por el médico es insuficiente, poco entendible para el paciente o el médico muestra escasa empatía.
Toda noticia del médico que implique la pérdida de la salud, trae consigo una respuesta emocional. La actitud del propio médico ante la enfermedad y su pronóstico, puede resultar de suma importancia en la actitud que asumirá el paciente, determinando así las conductas posteriores respecto a su adherencia al tratamiento y su motivación para hacer frente a la enfermedad.
Es por ello que resulta de suma importancia considerar las repercusiones psicológicas que tiene el hecho de perder la salud y verse enfrentado ante cualquier enfermedad, especialmente cuando ésta es crónica y por lo tanto requerirá de una serie de cambios en los estilos de vida tanto del paciente como de su familia, que en muchos casos tendrán que asumir nuevos roles para cuidar al enfermo, extendiéndose la afectación emocional a la familia.
Laín Entralgo, habla de ello de forma elocuente en su “Antropología Médica”:
“La salud implica una tácita conciencia de la propia validez. Estar sano es poder decir “yo puedo”: yo puedo digerir, andar, charlar con un amigo… La enfermedad en cambio supone una invalidez, es un “yo no puedo”: no puedo mover el brazo, recordar, digerir…” “El enfermar… supone una amenaza vital. Sentirse enfermo es vivir con más o menos intensidad el riesgo de morir. El enfermo ve amenazado dentro de sí la posibilidad de realizar ciertos proyectos de vida. Y si la dolencia se agrava, ve amenazada la posibilidad de seguir vivo, de seguir existiendo.”
“El enfermar humano tiene una serie de características especiales. Para el animal la enfermedad no es más que un estímulo aversivo y una sensación de malestar originada por dicho estímulo. Para el hombre es una realidad que afronta conscientemente y ante la que tiene que situarse a tres niveles: intelectual, afectivo y operativo. Por el hecho de ser inteligente, el estado de enfermedad aparece como un estado real de su existencia, con una entidad propia que supone un más o menos grave episodio de su autobiografía, y siempre una experiencia vital, frente a la cual va a situarse con una mayor o menor aceptación o rechazo, madurez o infantilismo, desarrollando conductas más o menos integradas o más o menos desaceptadas, con más o menos tolerancia y resistencia al dolor.”
Esto implica que hay un gran número de distintos factores que intervienen en la reacción que mostrará el paciente ante la noticia de la enfermedad como lo son: su personalidad, su edad, el tipo de enfermedad, la familia y los amigos, el hospital, la personalidad del médico y demás profesionales de la salud, etc.
La personalidad del paciente es fundamental, pues está influirá en los mecanismos de defensa que usará para hacer frente a la noticia. Así, por ejemplo, una persona puede tener una actitud indefensa y de regresión a estadios precoces del desarrollo, suplicando ayuda y asistencia, mientras que otros pueden asumir una actitud de independencia y de negación de la gravedad de la enfermedad.
Si se trata de algún tipo patológico de la personalidad, estos tendrán una enorme interferencia con las conductas necesarias para llevar a cabo el tratamiento y procurar el mantenimiento de la salud del individuo. En estos casos, la estancia hospitalaria podría verse prolongada, además de que podrían surgir conflictos o demandas excesivas que podría deteriorar la relación médico-paciente.
De acuerdo al tipo de trastorno de la personalidad será el problema específico que se presentará, por ejemplo un exceso de inseguridad puede recaer en un miedo excesivo y patológico a perder la vida o el control, los pasivo agresivos se mostrarán irritables y demandantes.
La familia y los amigos, son un elemento fundamental ya que la complejidad de la dinámica familiar afectará, no sólo la actitud con la que este enfrentará la enfermedad, sino la forma en que se apegará a su tratamiento. Así, por ejemplo, la ansiedad de la madre o el cónyuge se transmitirá al paciente y ahora no sólo tendrá que lidiar con su propias preocupaciones sino con las preocupaciones de las demás.
En otros casos, también puede presentarse lo que se conoce como ganancias secundarias, por ejemplo; en una familia en la que uno de los hijos tiene una enfermedad y los demás están sanos, se suelen generar conductas en las que el enfermo recibe una serie de privilegios por su enfermedad y en los hermanos sanos recae la responsabilidad del hermano enfermo, esta responsabilidad puede ser tanto emocional como en actividades y tareas en el hogar, causando un desequilibrio en la dinámica familiar. Esto altera el sentido de autoeficacia de la persona enferma y aunque por un lado exista una ganancia que el enfermo ejerce a causa de su enfermedad, inconscientemente se refuerza la idea de que por estar enfermo “yo no soy capaz” “yo no puedo” llevándolo a experimentar sentimientos de baja estima e indefensión.
Aspectos psicosmáticos de una persona enferma
Una persona que acaba de recibir el diagnóstico de una enfermedad crónica que implica un cambio de vida, está en mayor riesgo de presentar también síntomas de orígen psicosomático. Las somatizaciónes son aquellos síntomas físicos que no pueden ser explicados por una enfermedad médica, es decir, estos síntomas son causados por nuestra mente, por nuestro estado emocional y nivel de ansiedad. Las manifestaciones se presentan con una serie de reacciones físicas y psicoemocionales que no necesariamente forman parte de los signos o síntomas propios de la enfermedad que la persona padece, como por ejemplo:
1. Falta de energía física: La falta de energía puede limitar sus actividades llevando al paciente a adoptar una posición auto defensiva: con una postura encorvada, postrado en su cama y dando rienda suelta a pensamientos nocivos y auto-destructivos.
2. Dolor físico: Este puede presentarse localizado en alguna parte específica del organismo; la falta de información y desconocimiento de la función de su cuerpo, órganos y sistemas, puede llevar a la persona a exagerar la magnitud de su enfermedad, intensificando la preocupación por su enfermedad.
3. La angustia: La angustia que se genera a partir de la noticia de una enfermedad depende mucho de las vivencias individuales que haya tenido el paciente con anterioridad, de las molestias que esté experimentando, así como de las peculiaridades de su personalidad. Si se deja llevar por los sentimientos de angustia mostrará intranquilidad, desesperación, disminución de su apetito y del sueño, etc.
4. La ansiedad es una de las emociones más comunes de nuestro repertorio emocional y de alguna manera por cuestiones evolutivas tenemos que convivir con ella de forma constante desde la infancia hasta la muerte, de ella dependen nuestras reacciones de protección y huida ante un peligro inminente. Sin embargo, en ocasiones, esta amenaza no es muy clara, indefinida e incluso puede tratarse de una amenaza irreal o desproporcionada, como ejemplo podemos poner la preocupación excesiva a ciertas situaciones que no son del todo reales: “Cometí un error en mi trabajo, el lunes seguro pierdo mi empleo”.
Si esta amenaza se ha definido en algo concreto, la ansiedad deja paso al miedo (miedo a algo concreto). La ansiedad se puede expresar en inquietud, insomnio, hiperactividad, irritabilidad y miedo. Muchas veces los síntomas son tan intensos que llegan a provocar ataques de pánico, caracterizados por hiperventilación, palpitaciones, calambres, sensación de desmayo, boca seca, problemas gastrointestinales, cardiológicos o genitourinarios.
Esta ha sido la primera de un artículo que consta de dos partes, espera la segunda parte de este tema en nuestra siguiente publicación.
Te recordamos que AcceSalud es un programa de información, orientación y apoyo psicológico diseñado para ayudar a las personas con una enfermedad rara y a sus familias, a manejar el impacto emocional de la enfermedad.
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