¿Cómo manejar la ansiedad hospitalaria infantil?
Los niños pueden verse enfrentados a diversas situaciones generadoras de estrés; la enfermedad y la hospitalización, es una importante fuente de estrés y las repercusiones negativas que pueden presentarse son; alteraciones emocionales y comportamientos disruptivos.
El afrontamiento, de acuerdo a la psicología, es un conjunto de respuestas cognitivas, psicofisiológicas y motoras para adaptarse a situaciones estresantes como en el caso de la enfermedad y la hospitalización. Si existe un déficit en el repertorio de habilidades de afrontamiento, el niño puede mostrar reacciones inadecuadas antes, durante y después de la hospitalizacion, así como, durante el período posthospitalario.
Además, es importante hacer notar, que la hospitalización no sólo le genera estrés al niño, también es estresante para los padres. En algunos casos, son los propios padres quienes experimentan un mayor grado de estrés. De acuerdo a Brophy y Erickson (1990) hay una relación entre la ansiedad materna y el nivel de activación cardíaca de su hijo. Por otro lado, también se ha encontrado una correlación entre la ansiedad de las madres y las alteraciones conductuales manifestadas por sus hijos.
De manera que, generalmente, los programas de apoyo psicológico para los pacientes pediátricos también se dirigen a los padres y a cualquier persona significativa en el entorno y crianza del niño. Los objetivos de estos programas van orientados a reducir, en principio, el estrés y la ansiedad de los padres para que no influyan de manera negativa en los niños y dotarlos de las habilidades y procedimientos para ayudar a sus hijos a afrontar su experiencia hospitalaria.
Si los padres no son capaces de asumir una figura de apoyo, sólo lograrán incrementar el estrés infantil.
Los programas preparatorios para la hospitalización infantil persiguen los siguientes objetivos:
a) Dotar al niño de suficiente información.
b) Dotar a los padres de suficiente información.
c) Alentar su expresión emocional.
d) Establecer una relación de confianza entre el niño y el personal de salud.
e) Dotar al niño y a los padres de estrategias y habilidades de afrontamiento.
Esencialmente, se trata de un entrenamiento cognitivo-conductual, para fortalecer la sensación de dominio y control del niño y los padres y además, poder generalizar estas habilidades a otros ambientes, que no necesariamente tengan un contexto médico, que fue donde originalmente se creo el aprendizaje.
Algunas de las técnicas que pueden ser utilizadas para que los pequeños adquieran unas adecuadas habilidades de afrontamiento son:
1) Ejercicios de relajación y respiración: Estos incluyen relajación muscular y respiración profunda para disminuir la activación vegetativa.
2) Uso de la imaginación y la distracción: Estas estrategias distractoras y de imaginación de escenas placenteras, a menudo se utilizan junto con la relajación muscular y los ejercicios de respiración. Se pide al niño que imagine una escena llena de tranquilidad que le haga sentirse feliz y posteriormente se le pide que describa la escena para evaluar su capacidad su capacidad de creación y mantenimiento de imágenes mentales, logrando con ello que focalice su atención en las imágenes y no en los eventos generadores de ansiedad.
3) Autoverbalizaciónes y autoinstrucciónes: Más que instrucciones con el objetivo de dirigir las conductas o efectuar una tarea; se trata de autoverbalizaciónes de apoyo, frases o mensajes para dar valor al niño y minimizar el sentimiento de aversión ante la situación hospitalaria: “Yo puedo manejar la situación” “Pronto habrá pasado todo” “Soy un niño muy fuerte”.
4) Inoculación del estrés: Es un proceso de intervención en el que se brinda un entrenamiento a los padres e hijos para que adquieran un conjunto de habilidades específicas que les permita hacer frente a situaciones estresantes. Bajo este modelo, las personas aprenden a interpretar las situaciones de un modo específico, y les permite seleccionar aquellas técnicas que se ajustan mejor a las necesidades de la situación a la que se enfrentan. Además, también funciona como “vacuna”, ya que una vez adquiridas estas nuevas habilidades de afrontamiento, la persona habrá aprendido a aplicarlas ante cualquier otra situación estresante. Las habilidades que se aprenden son aquellas que permitan un control efectivo de la tensión emocional, además de la modificación de los contenidos cognitivos superficiales (Autoverbalizaciones) que ocurren antes, durante y después del enfrentamiento con la situación problema. Este procedimiento consta de tres fases: educativa, entrenamiento o adquisición de habilidades y aplicación.
5) Reforzamiento positivo: Se presentan al niño y a los padres, estímulos positivos frente a las respuestas adecuadas o aceptables. Por ejemplo, una palmada de aprobación de la enfermera ante una actitud serena de la madre frente a las protestas de su hijo. O también, otorgando al niño un premio si se porta de forma adecuada (mantenerse quieto, respirar como se les enseñó, etc.) durante los procedimientos médicos dolorosos.
6) Ensayo de conducta: Estos ensayos de conductas y habilidades aprendidas, se llevan a cabo en un ambiente lúdico, como “juguemos al doctor”, y se le proporciona al niño material médico (mascarillas, jeringas, vendas, etc) para que los manipule y juegue con un muñeco y sea el niño quien desempeñe el rol de “entrenador” del muñeco en conductas de afrontamiento. Esto permite que el niño ejecute comportamientos recientemente adquiridos y desensibiliza al niño frente a los instrumentos y procedimientos médicos a los que se verá expuesto, permitiendo que exprese sus miedos y sus necesidades.
Todos estos procedimientos y estrategias empleadas con los pacientes hospitalarios pediatricos, modifican las respuestas cognitivas (la manera en que el individuo interpreta los eventos), las respuestas piscofisiológicas (sudoración, ritmo cardiáco) y las respuestas motoras (su conducta).
La hospitalización es una experiencia de por si estresante y cada persona hace uso de sus propios recursos personales para afrontarla y así disminuir o eliminar los posibles efectos negativos. Si el individuo cuenta con los suficientes habilidades de afrontamiento, a través de un programa de preparación, le permitirá estar informado y entrenado para afrontar la situación de la manera más adecuada.
Por Lic. Martha Lellenquien
Fuente: Mendez J., Ortigoza J. y Pedroche S. (1996) Preparación a la hospitalización infantil: Afrontamiento del estrés. Psicología conductual 4 (2), pp. 193-209
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