El abrazo, auténtico regalo sanador
Estrechar a otra persona es una forma de restaurar el equilibrio emocional de ambos involucrados. Y es que el encuentro cuerpo a cuerpo es uno de los actos más fascinantes de la experiencia humana e incluso se le considera terapéutico.
El abrazo es un acto tan sencillo como profundo y misterioso. Resulta ineludible durante una celebración y es una forma de sellar pactos, marcar reconciliaciones, estrechar lazos y solidarizarnos ante un duelo. Más allá de sus funciones sociales, también es indispensable para el equilibrio interior. Tan es así que, en la naturaleza, la primera experiencia de un recién nacido es recibir el abrazo materno. Luego, seguimos estrechándonos para manifestar sentimientos profundos: las expresiones de amor fluyen mucho mejor entre unos abrazos que nos ciñen y de ese mismo modo muchas veces se sanan heridas emocionales.
Pese a su importancia, las sociedades modernas han regalado cada vez más ese contacto físico. Con creciente frecuencia nos relacionamos a través de objetos y tecnologías que ponen una distancia entre nosotros ¿la consecuencia? Un vacío interior que tiene que ver con esa necesidad afectiva no satisfecha. Los dones del abrazo son muchos… y se nos están escapando de la mano.
Consuelo de bienvenida
¿Estamos «programados» para el abrazo? Todo indica que sí. Cuando comienza el parto, la madre libera diversas hormonas y neurotransmisores que desencadenan el proceso de alumbramiento. Al mismo tiempo, ciertas sustancias como la oxitocina, la prolactina y las endorfinas actúan a nivel cerebral para detonar emociones conocidas en conjunto como «instinto maternal». Éste se manifiesta en la necesidad de proteger a la cría y apegarse a ella. De manera natural, la mamá siente el impulso de estrechar a su hijo. Arrimado al cuerpo de ella, el recién llegado percibe su olor, su voz y su corazón; de ese modo empieza a superar miedos y sufrimientos vividos las horas previas. En suma, experimenta lo que es sentirse amado y protegido.
«Si el bebé es separado de su mamá, se queda enganchado en sentimientos negativos que incluyen miedo, tristeza, inseguridad, entre otros. Desde esos primeros instantes de vida se afecta su equilibrio emocional», explica la doctora Laura Rincón Gallardo, experta en terapia de contención y autora de libros sobre el tema. Esta forma de terapia se basa en el poder sanador del abrazo para tratar problemas de vinculación en las relaciones personales.
«Siendo niños, los abrazos de nuestros padres son claves para un desarrollo emocional pleno. La seguridad y el sosiego que conllevan nos acompañan siempre», apunta la especialista.
Por desgracia, ese equilibrio se lastima con frecuencia. El alto índice de nacimientos por cesárea programada, la práctica de apartar a los niños en el cunero durante sus primeras horas de vida y el rápido reingreso de las madres a su vida laboral contribuyen a este nuevo panorama y, por tanto, a las consecuencias que trae consigo.
Fiestas de contacto
Según postulados de la terapia de contención, los niños que no son estrechados desarrollan una baja autoestima y una pobre imagen de sí mismos, porque no cuentan con mensajes sensoriales de amor y aceptación. Por ello pueden volverse agresivos, retraídos o temerosos, o presentar problemas de sueño y alimentación. De ese modo, al crecer pueden convertirse en adultos inseguros, con dificultades para entablar relaciones personales satisfactorias y reacios al contacto.
Janette Badia, asesora jurídica de 34 años, creció con una madre eficaz para resolver las necesidades prácticas de sus hijos, pero incapaz de expresar su amor de manera física. «No aprendí a canalizar mis afectos: mis novios se marchaban diciendo que era muy fría, pero no sabía cómo cambiar. Un día, ya adulta, acudí a un seminario de técnicas de relajación. Uno de los ejercicios que hicimos consistió en que los participantes nos diéramos un abrazo afectuoso», recuerda Janette se sintió impactada por las sensaciones desconocidas que experimentó. Ahí, en brazos de una desconocida descubrió un espacio que le permitía sentirse protegida y expresar sus sentimientos.
La ausencia de abrazos inicia un círculo vicioso que lleva al aislamiento. En las sociedades modernas nunca hay tiempo de expresar afecto de ese modo. Como la cultura ha dejado de ser expresiva, estamos cada vez más ajenos de nuestros deseos y nuestras necesidades. Por temor de ser lastimados y porque desconocemos cuánto bien nos hace el contacto físico creamos cada vez más defensas para impedir que otro se nos acerque.
Y, sin embargo, la necesidad se impone. Primero en Alemania, luego en Nueva York y otros países, las «fiestas de abrazos», se han popularizado. Por una módica suma y bajo reglas que prohíben alcohol, drogas y sexo, uno puede recibir una buena dosis de abrazos, y de paso, un poco de bienestar espiritual para la semana.
Efecto fusión
El espacio que abarca desde nuestra piel hasta 50 centímetros de distancia se llama «esfera íntima». Ese concepto fue popularizado por Edward T. Hall quien en su libro la dimensión oculta expuso en qué tipos de distancias nos movemos. Por ejemplo, dijo que en la esfera íntima se dan los actos más intensos de la experiencia humana.
Es decir, las luchas encarnizadas se liberan cuerpo a cuerpo y los actos de amor profundo también ocurren en ese espacio. Además, al abrazarnos, percibimos detalles personales del otro: su olor, su temperatura, sus formas. Por la proximidad visual cerramos los ojos y de modo inconsciente, bajamos las defensas, nos relajamos. Eso propicia mucha intensidad… lo que a veces nos asusta.
En la relación de pareja, el contacto físico es más que vital. La sexóloga Marcela Rodríguez explica: «Abrazarnos debería ser una asignatura cotidiana y obligatoria». Dice que una manera de hacer que permanezca el sentimiento de apego amoroso es a través del «efecto fusión» . Éste surge del abrazo que se dan los amantes justo después de haber alcanzado el orgasmo. Durante los 30 segundos posteriores a éste, el cuerpo genera gran cantidad de endorfinas, serotonina y oxitocina. Las cuales despiertan sensaciones de apego y refuerzan el vínculo emocional. Por eso, tras hacer el amor hay que aprovechar la química corporal y fundirse en el otro. «Nosotros nos apretamos, enlazamos las piernas, nos miramos a los ojos e intercambiamos alientos. La sensación es increíble», confían sonrientes Miguel y Laila Silva, fanáticos «fusionistas».
Venda emocional
Además de reforzar emociones positivas, el abrazo permite sanar corajes, abandonos y miedos que impiden experimentar confianza y ternura. La doctora Rincón Gallardo afirma que las emociones negativas son como una bola que, si no se deshace, no deja espacio libre para el amor. Por eso la terapia de contención motiva a los pacientes a expresar su coraje mientras son abrazados.
Rosario Zamorano, bióloga de 46 años, vivió la experiencia: «era raro pensar que, mientras mi esposo me abrazaba, le iba a reclamar su infidelidad. Aunque aquello tenía años, yo nunca había expresado mis sentimientos al respecto. Durante la terapia lloré, grité y lo insulté, pero según lo indicado él no dejó de sujetarme. Al final yo estaba exhausta, pero renacida luego de la catarsis. Por fin me había deshecho de eso y ahí entre sus brazos, también sentí resurgir el amor», apunta.
Promover el abrazo, prodigarlo y hasta reclamarlo entre nuestros seres queridos es una buena manera de garantizar nuestro equilibrio emocional y reforzar nuestra dimensión humana.
Fuente: Maricruz Pineda Sánchez, Psychologies, pag 32 a 35, vol. 9.
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