El dolor de la pérdida de un hijo
Después de la muerte se acaba la presencia, pero no se acaba el amor; no obstante a veces ese amor nos duele, porque ellos se van a donde sea que las almas toman camino después de morir.
La muerte y el nacimiento forman parte del ciclo natural de los seres vivos y son las dos únicas certezas que tenemos en la vida. Sin embargo, se considera que la muerte más trágica es la que se produce cuando mueren personas jóvenes, como los hijos.
Este acontecimiento invierte, de alguna manera, el «orden natural de la vida», en el que los padres esperan y aspiran ver crecer a su hijo hasta la edad adulta. Por lo tanto, resulta ser una de las pérdidas más devastadoras que existen y su impacto persiste durante años.
En caso de que el niño o adolescente esté enfermo y haya previsión de muerte, el duelo de los padres comienza desde el momento en que se conoce esta circunstancia. Si usted conoce algún caso, sabrá que en un comienzo, los padres rechazarán la idea de la muerte o no sabrán lo que se les está diciendo; pueden reaccionar de forma violenta cuestionando si la enfermedad de su hijo era algo inevitable, con sentimientos de culpa, enojo y desplazamiento de la hostilidad provocada por la enfermedad hacia su pareja, hermanos, parientes y personal médico. Para esta etapa, lo ideal es que exista cuidado y apoyo psicológico a la familia, pues se atraviesa el duelo anticipatorio que ayuda a prepararse y a elaborar el duelo propiamente dicho.
El duelo consta de una serie de fases que se van experimentando ante la pérdida de un ser querido y que tienen como objetivo integrar la pérdida en la vida. Vivir con esa experiencia sin que resulte paralizante. Además, es importante comprender que cada padre la experimenta de manera diferente y única en función de la relación que tenía cada uno con su hijo y de sus estilos de afrontamiento. Esto no significa que a un padre le dolerá más o menos que a otro sino que, con base en estas variables, cada uno construirá su propio camino de sanación. La manera de expresar el dolor es algo particular e íntimo que no debe ser censurado ni criticado sino comprendido. Por ejemplo, algunos padres tras la pérdida pueden recurrir a la intelectualización, sentir rabia o culpa por no haber sido capaces de “proteger” al pequeño. Otros padres y madres, necesitan compartir fuertes sentimientos y dudas sobre sí mismos buscando apoyo en los demás. Lo más importante aquí no es el cómo se hace sino el qué se hace. Importa que cada persona encuentre aquella manera que pueda ayudarle a elaborar su duelo; en este sentido existen algunas orientaciones, como las recogidas en la Guía para familiares en duelo, recomendada por la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), con orientaciones que comentan y completan Vicente Arraez y Tew Bunnag, entre ellas:
- Aceptar que el duelo aparecerá y conlleva un proceso y tiempo distinto para cada persona. Esta experiencia cumple la función de ayudar a la adaptación ante la pérdida del hijo y a mantener el vínculo afectivo con la persona fallecida para que resulte compatible con la realidad cotidiana de los padres. El duelo también deja espacio para momentos de alegría, sonrisas y disfrute ante las nuevas experiencias de la vida y los padres deberían permitírselos sin culpabilidad.
- Solicitar ayuda para transitar por el duelo si se necesita. En la muerte, como en la vida, se hace camino al andar y si en ese recorrido de la experiencia de la muerte de un hijo, los padres sienten que necesitan apoyo profesional, ¿por qué no solicitarlo?
- La comunicación entre los padres es vital para poder expresar lo que sienten ante la muerte de su hijo. Darse permiso, sin culpabilizarse, para vivir los sentimientos y emociones que aparecen de manera habitual en estos casos como: la tristeza, el pánico, la impotencia, el enfado, la rabia o incluso la sensación de alivio por la muerte de su hijo al interpretar que de esa manera no sufre más tras una larga enfermedad.
- Evitar las mentiras con el niño o adolescente que va a morir. Si el niño solicita información sobre su situación, sobre lo que le va a ocurrir o hace preguntas como ¿voy a morir?, se puede adaptar el mensaje para que sea acorde a su edad o preguntarle, ¿qué te preocupa? para motivarle a explorar y expresar sus propias emociones al respecto. Todo se puede abordar desde la honestidad, el amor y la compasión. No obstante, hay que tener en cuenta que los niños viven su propia muerte de una manera más sencilla y natural que los adultos, porque tienen menos prejuicios y experiencia sobre el tema.
- La vulnerabilidad o el coraje son dos opciones para despedir al hijo que va a morir. Cuando los padres están en la traumática y complicada situación de despedirse de su hijo que va a fallecer, la autenticidad puede ser la forma más respetuosa de decir adiós. Aceptar todo lo que salga del corazón, como las lágrimas y la tristeza, puede ser una opción, pero también el hecho de hacer un último esfuerzo de coraje al mostrar solidez para acompañar al hijo en sus últimos pasos de vida, todos somos diferentes y ninguna respuesta es correcta o incorrecta, simplemente es.
- Ritualizar la despedida del fallecimiento del hijo con un acto íntimo familiar que ayude a integrar la pérdida y que sea diferente al entierro o la cremación. Puede tratarse de la lectura de poesía, cartas o la escucha de determinadas canciones significativas. Un acto que conecte a la familia con el hijo que murió y que se puede repetir tantas veces como sea necesario.
- Recoger y recordar el legado del hijo fallecido con una acción en su honor que se mantenga en el tiempo. Preguntarse ¿qué hubiese hecho mi hijo en esta vida de no haber fallecido? El abanico de posibilidades puede ser muy amplio, desde ser voluntario para ayudar en determinadas causas sociales a colaborar con una asociación sin ánimo de lucro. Continuar ese legado, conectado con el alma del hijo fallecido por parte de los padres, puede ayudar a integrar el duelo por la pérdida.
Este último punto, ha sido partida de muchas asociaciones de enfermedades crónicas, degenerativas, terminales y, por supuesto, las raras. Sin duda, es de las mejores formas de honrar la vida de un hijo, ayudando a otros para evitar el mismo destino o simplemente una orientación y acompañamiento que también pueden hacer una gran diferencia en la vida del paciente como en los familiares.
“Si ellos nos ayudaron a descubrir es en su homenaje que debemos cultivarla para dar, dar todo el amor de que somos capaces, y en nosotros reside el que, el paso de estos seres por el mundo, no importa cuán fugaz, no haya sido en vano”.
A propósito de la época, es el artículo. El Día de Muertos permite a los padres recordar a los hijos que ya se encuentran fuera de nuestro alcance físico, reforzando la idea de que siempre seguirán con nosotros mientras los recordemos y no los borremos de nuestros corazones. Noviembre se puede convertir en un mes de reflexión, conmemoración y agradecimiento; para así recordar a los hijos con amor y no con pena.
A mi hijo Rafaelito,
la muerte se le acercó
y le dijo muy quedito
tu cuerpo ya quiero yo.
Rafita muy enojado
a la muerte contestó.
En eso sí no quedamos
mi cuerpo lo quiero yo.
Mira catrina engañosa,
si a alguien te quieres llevar.
Mejor búscate otra cosa
y vete a otro lugar.
La parca muy abusada
a Rafa le contestó,
muy pronto estarás conmigo
pues así lo quiero yo
Calaveras (2014)
Recuerda que tienes la capacidad para elegir en qué centrar tu atención, si en la pérdida o en todo lo positivo que tu hijo te dejó.
A continuación, compartimos algunos enlaces que pueden servir de guía en este difícil suceso:
https://manejodelduelo.com/como-afrontar-la-muerte-de-un-hijo/
Fuentes:
https://elpais.com/elpais/2018/04/26/mamas_papas/1524748649_528174.html
https://www.calaveras-literarias.com/calaveras-dedicadas/para-mi-hijo-rafaelito/
https://verne.elpais.com/verne/2015/10/30/articulo/1446232540_006616.html
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