Enuresis infantil ¿qué es y cómo controlarla?
La enuresis es la emisión repetida de orina durante el día o durante la noche, en la cama o en la ropa, involuntaria o voluntariamente; debe ocurrir por lo menos dos veces por semana durante un mínimo de tres meses, o bien, debe provocar un malestar significativo, deterioro social, académico o de otras áreas importantes de la actividad del niño (APA, 2004). Sin embargo, es importante evaluar las causas del problema ya que éstas pudieran tener un origen neurológico, anatómico, emocional o de aprendizaje.
Existen dos tipos: la enuresis primaria, a partir de los 5 años en niños que nunca aprendieron a controlar la micción; y la enuresis secundaria, en niños que tras un período de control (de más de 6 meses) vuelven a presentar una falta de control urinaria.
Aunque la enuresis no se asocia a algún trastorno específico, ésta no suele presentarse aislada y generalmente acompaña a la ansiedad, conflictos familiares, inmadurez, y trastorno con déficit de atención e hiperactividad. En este sentido, una variable que ha mostrado mayor influencia sobre los trastornos infantiles es la psicopatología parental, cuanto más graves sean los problemas psicopatológicos paternos, mayor es la probabilidad de que los niños presenten algunos trastornos. (Kashani, Beck y Burk, 1987). Por otra parte, los factores ambientales tales como la ubicación en la familia, la separación madre-hijo, los conflictos entre hermanos, las tensiones de los adultos, conflictos entre los padres, etc., precipitan la aparición de la enuresis. Toda la interacción padres e hijos, particularmente con la madre, pone en juego el aprendizaje del control (Gola, 1973).
La teoría del aprendizaje sugiere que una deficiencia en los hábitos, experiencias de aprendizaje inadecuadas y reforzamientos inapropiados resultan en un fracaso en el aprendizaje para el control del complejo reflejo urinario (Walker, 1995).
Aproximadamente a los tres años, el niño ya suele ir solo al baño y es capaz de anunciarlo antes de hacerlo, aunque es común que muchas veces no llegue a tiempo. A los cuatro años ya debería ser capaz de ir al baño sin contratiempos, a esta edad comienza a buscar su intimidad y a cerrar la puerta. Para los cinco años, ir al baño es una actividad privada y el niño es capaz de vaciar la vejiga independientemente de la cantidad de orina contenida en ella.
Si el niño presenta algún problema de enuresis, es importante que los padres eviten lanzar reproches, burlas o castigos al niño, tampoco es recomendable poner pañales, pues esto sólo genera que el niño se desentienda del problema y la enuresis se prolongue aún más.
Dentro de las técnicas más frecuentemente utilizadas en modificación de conducta para el tratamiento de la enuresis han sido la técnica de Mowrer & Mowrer (1938), que utiliza una alarma que suena cuando el niño orina, la técnica de retención de Kimmel & Kimmel (1972), cuyo objetivo es ampliar la capacidad de la vejiga y que el pequeño aprenda a inhibir las contracciones posponiendo la micción, y por último la técnica de Azrin, Sneed & Foxx (1934) entrenamiento de la cama seca (DBT) en la que se refuerza el uso de inodoro y la cama seca, siendo esta última la que ha demostrado una mayor efectividad; ésta consiste en un programa de reforzamiento positivo, donde se debe llevar un registro del niño durante la noche, cada hora se levanta al niño se revisa la cama y se le llevará al baño, por cada hora que el niño esté sin orinar, sobre la cama, habrá un refuerzo positivo, si el niño tiene un accidente de pis antes de la siguiente revisión, se levanta al niño y se le otorga la responsabilidad de cambiar la ropa de cama, cambiar su propia ropa y acudir al baño tenga o no ganas. Este régimen tendrá que durar algunas semanas, pero con el tiempo los padres notarán que las emisiones nocturnas de orina comenzarán a disminuir.
Es muy importante acudir antes con su pediatra para descartar causas orgánicas, anatómicas o de inmadurez. El problema de la enuresis, se resuelve de forma relativamente sencilla en pocas semanas, siempre y cuando se siga el tratamiento adecuado y los padres tomen una actitud abierta y positiva, evitando transmitir a sus hijos emociones negativas que sólo acrecentarán el problema de la enuresis en el niño.
Por Psic. Martha Lellenquien
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