Expresa tus emociones y ganarás salud
¿Eres de los que se guardan los sentimientos de dolor, angustia, rabia o miedo? Pues ojo, puedes perjudicar tu salud si no aprendes a expresarlos.
Platón decía que el cuerpo es una cárcel para el alma. Y, sin embargo, también es su aliado y su mensajero. El cuerpo nos comunica (a veces a gritos y hasta con dolor) los mensajes del alma (o de la psique, si quieres) que testarudamente nos negamos a escuchar para proteger un estatus de vida que, aunque insano, nos resulta cómodo y nos resistimos a abandonar. Y entonces, cuando no nos gusta su mensaje (el dolor o la enfermedad) corremos raudos a eliminarlo como si fuera el enemigo. Así es como perpetuamos el malestar producido por una vida que de alguna forma está equivocada.
El cuerpo llora lagrimas que los ojos se niegan a derramar
William Osler, el padre de la medicina moderna usa esta expresión para dejar en claro el concepto integrador del organismo, en donde los sentimientos reprimidos de miedo, enojo, angustia, etc., harán efecto en nuestro cuerpo de un modo u otro, y en algún momento de nuestras vidas, después de tanto guardar, el cuerpo habrá acumulado tanto que no podrá más.
Emociones sanas y emociones enfermas
Todas las emociones son sanas ya que son una expresión natural del ser humano que nos sirve para saber que estamos vivos, que sentimos y que de acuerdo a lo que sentimos es como reaccionaremos a determinadas situaciones. Se podría decir que las emociones son nuestra brújula interna, nuestro termómetro, y que éste nos hace saber cómo nos sentimos con determinada persona o situación y, con base en ello, se desprenderán nuestras actitudes, expresiones y pensamientos.
Lo que hace que una emoción se enferme es, precisamente, el no expresarla, porque el hecho de que no se exprese no la anula sino que la guarda y lamentablemente nuestro cuerpo recibirá el impacto de dicha emoción no expresada. Toda emoción guardada se vuelve veneno para el cuerpo y lo que en un momento fue una emoción sana y natural como miedo, enojo, tristeza, alegría o amor se puede llegar a convertir en emociones enfermas como pánico, ira, depresión, apatía u odio.
Nuestro cuerpo tendrá dos formas de reaccionar ante las emociones reprimidas, una, explotar, sacar la emoción guardada buscando un evento para descargar todo lo acumulado, probablemente uno que no sea proporcional a la reacción emocional que tenemos. Un ejemplo de esto es cuando llevamos años sin expresar nuestro enojo, porque nos han dicho que no esta bien enojarse, que «los niños y las niñas buenas no se enojan», entonces guardamos esta emoción normalmente ocultándola en una sonrisa o en una depresión profunda, y lo que en un principio fue enojo, ahora, por haberse guardado y acumulado, se ha vuelto cólera o ira. Entonces llegará una situación que nos haga enojar, sin embargo estaremos ya tan hartos de no expresar esa emoción, que tendremos un arranque de ira completamente desproporcionado ante una situación que no lo ameritaba, como forma de sacar todos los enojos guardados por años.
La segunda forma en la que nuestro cuerpo puede reacciona ante esta represión de emociones, es implotar, o sea, explotar pero hacia adentro, esta es aun más peligrosa que la primera, ya que nuestro cuerpo recibirá el impacto de la emoción reprimida, usando un órgano de choque, mismo que se enfermará.
¿Miedo a las palabras?
Muchas veces lo que nos limita a expresar nuestras emociones es el miedo a dañar al otro, sin embrago el decir lo que sentimos no es sinónimo de agredir al otro, sino todo lo contrario, cuando decimos lo que sentimos, ganamos claridad con nosotros mismos y en nuestras relaciones, ganamos salud, bienestar, y aceptación. No podemos pedir a los demás que comprendan lo que sentimos si nosotros no empezamos aceptándolo y siendo conscientes de ello, sin juicios.
Lo que es cierto es que en nuestra sociedad se promueven ciertas emociones y otras no, hay emociones que están bien vistas y otras que son «incorrectas», por lo que tendemos a ocultar unas y a expresar otras, si vivimos así, nos espera una vida llena de ataduras, rechazo y miedo. Sin embargo hay una forma de expresar lo que pensamos y sentimos sin dañar ni dañarnos, se llama ser asertivo.
El ser asertivo es expresar lo que sentimos sin insultar al otro, sin buscar culpables, sin caer en el juego de la víctima y el victimario, aceptando lo que sentimos, porque lo sentimos, y tomando la responsabilidad de por qué nos sentimos así, a la vez que le hacemos saber al otro lo que nos hizo sentir con sus palabras y actitudes.
¿Y es distinto en las enfermedades?
Una parte fundamental de cuidar a nuestro cuerpo es escucharlo, tendemos sólo a darle prioridad a lo que pensamos pero no a lo que sentimos, tratamos de dominar nuestras emociones con nuestra mente, y lo único que hacemos es dañarlas, no se trata de eso, sino de dialogar con nosotros mismos. ¿Lo que pienso y siento es lo mismo? ¿de acuerdo a cómo me estoy sintiendo, soy congruente con mis acciones? No tenemos porque vivir en la negación o evación con nosotros mismos, «acepta que te sientes de determinada manera» y no te juzgues.
Esta comprobado en cualquier enfermedad, sea rara o no, tiende a incrementar sus signos y síntomas con el estrés y la ansiedad. De ahí la importancia de aprender a expresar las emociones, pero para ello, primero hay que aceptar lo que sentimos, ya que sólo podemos manejar algo cuando lo conocemos, la práctica hace al maestro, si lo tratamos de negar o evadir lo único que haremos será albergarlo en nuestro cuerpo y producirnos daño.
FUENTE: «El cuerpo llora lágrimas que los ojos se niegan a derramar» William Osler, citado en David Osler.
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