Habla de tus alegrías, no de tus penas.
Tenemos algo así como una adicción a hablar de nuestros problemas, a veces con la idea de que si los exteriorizamos verbalmente, hallaremos su solución o quizás solo por el hecho de desahogarnos, ya nos vaya mejor abordándolo.
Lamentablemente si generalizamos, a muy pocas personas les importan nuestros problemas y más triste aún, algunas hasta disfrutan de que los tengamos. Y esto ni siquiera responde a algo personal, solo que la mayoría se acostumbra a sentir cierto alivio con sus desastres de vida, cuando escucha los de los demás.
Como dirían por allí:
No preocupes a los que te aman, ni satisfagas a los que no les gusta verte bien.
Por otra parte, cuando realizamos la invitación de hablar de nuestras alegrías, más allá de lo que podamos obtener del otro cuando le contamos nuestros problemas, queremos que la consciencia de dónde se encuentra nuestra atención, se magnifique y que podamos escoger centrar nuestra atención en aquello que nos alegra.
Dirige tu lupa
Nuestra vida es mucho más que un pequeño enfoque, tenemos muchas vertientes, muchos ámbitos. Cuando nos centramos en nuestros problemas le estamos dando nuestra atención a esa parte de nuestras vidas. Cuando nos enfocamos en un área de nuestras vidas, estamos dejando por fuera todo el universo que le resta, que es tan real como aquello a lo que le otorgamos nuestro enfoque.
Solo que no pensamos simultáneamente en varias cosas. Si en mi mente prevalece un problema, me acostaré pensando en él, me levantaré pensando en él, llamaré a alguien para contárselo, pensaré en solucionarlo, en cómo me afecta, en todos los terribles escenarios posibles si lo peor ocurriese y olvidaré mirar a lo que me hace bien, me pasarán muchas cosas buenas y mi mente estará centrada en lo que me quita la calma.
La preocupación no eliminará el problema, pero sí eliminará mi paz. Contándole a alguien acerca de ese problema, solo voy a alimentarlo, solo voy a dedicarle más tiempo, más energía y las cosas que estén en otra sintonía no me alcanzarán.
Esa algo difícil de aplicar para la mayoría, pero el soltar un problema en una caja y solo tomarlo cuando podemos resolverlo o mejor aún nunca más recordarlo, hasta que haya desaparecido, es lo mejor que podemos hacer para hacerlo desaparecer o al menos limitar el efecto destructivo que pueda tener sobre nosotros.
Tengamos los pensamientos prácticos que sean necesarios por cada problema, luego aprendamos a guardarlos y observemos la diferencia de lo que pasa en comparación a alimentarnos y a alimentar el problema a través del pensamiento y la palabra.
Sácalo de tu mente y saldrá de tu vida
problemas
Si no está en tu mente no estará en tu vida. Es así de “sencillo”. Rompamos el hábito de darle fuerza a lo que nos la resta. Miremos nuestra vida y rescatemos lo que nos hace felices y mantengamos pensamientos de ello en nuestra mente, conversemos de ello y démosle cada vez más espacio.
Yo ya no arreglo mis «problemas». Arreglo mis «pensamientos» y los «problemas» se arreglan solos. Louise Hay
Mientras mejor pensamos, mejor nos sentimos y si nos sentimos bien, pues nos va bien… Luego, sé el guardián de tus pensamientos, si no te hace sonreír, si no te da paz, si no te emociona gratamente, suéltalo, cámbialo. No podemos sentirnos bien, siendo personas medianamente sanas mentalmente, hablando de manera continua de nuestros problemas, de lo que nos falta, de lo que nos sobra, del que no está, del que nos lastima, de la falta de oportunidades… -¿Se solucionan? – ¡No! Por el contrario, se abrazan a nosotros y a través de los que tenemos atraemos más de ellos y así vamos cubriéndonos de lo que no queremos, pero nos resistimos a soltar.
Hazte consciente
Obsérvate, tómate las siguientes 24 o 48 horas, para hacerte un poco consciente de lo que predomina en tu mente y en tus conversaciones. Si es posible, toma nota acerca de las veces que hablaste de algo que te alegra la vida y de las veces que hablaste de lo que te angustia. Si perteneces a la mayoría, tendrás una lista larga de cosas que consideras problemas y una corta o inexistente lista de lo que te hace feliz.
Eso no es una buena noticia, pero lo que sí lo es, es el hecho de que podemos cambiar nuestros hábitos y darle protagonismo a lo que sí queremos que crezca y permanezca en nuestras vidas. Comenzamos a vivir de la manera que deseamos cuando nos hacemos conscientes de lo que habita en nuestra mente y añadimos más peso en la balanza al lado que contiene lo que nos alegra la vida.
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