Ir tarde a la cama provoca problemas de comportamiento en los niños
Neuropsicólogos de la Unidad Pediátrica de Trastornos del Sueño, del Hospital Universitario Sant Joan De Deu, en Barcelona España, han encontrado que los trastornos del sueño en los niños podrían causar problemas de comportamiento.
Que un niño se niegue a ir a la cama temprano, es uno de los problemas a los que se enfrentan los padres en la crianza de sus hijos. El insomnio infantil es uno de los trastornos más comunes que afecta desde lactantes de 6 meses hasta niños de 5 años.
El problema inicia por la incapacidad del infante para iniciar el sueño solo, acompañado de despertares regulares durante la noche. Esta interrupción en el sueño, puede darse hasta 15 veces a lo largo de la noche, dificultando que el niño logre volver a dormir de forma espontanea y sin necesidad de la ayuda de un adulto (Estivill E. y Segarra, F., 2006).
Mucho se ha hablado de los efectos nocivos que la falta de sueño trae para la salud, que van desde somnolencia diurna, menor éxito académico, problemas en la memoria a corto y largo plazo, afectación en las habilidades de atención, aprendizaje y reducción en el proceso de desarrollo lingüístico (Dionne et al. (2011), es decir, las funciones neurofisiológicas y psicosociales de un niño se ven afectadas. Además, recientemente neurocientíficos del University College de Londres, encontraron una relación directa entre la falta de sueño y el comportamiento de los menores, ésta produce una disminución en la habilidad de recordar eventos generadores de emociones positivas, no siendo así, con las emociones negativas (Walker & van der Helm, 2009), poniendo a los niños en riesgo de experimentar problemas con su estado de ánimo, además de que aumenta los riesgos de hiperactividad e impulsividad y genera un menor rendimiento cognitivo (Berrozpe, M. 2014).
Un problema de insomnio infantil puede generar un impacto importante en todo el sistema familiar, si consideramos que los efectos por la falta de sueño también afectan a los padres quienes se ven obligados a pasar largas noches de insomnio en la batalla por llevar a sus niños a la cama. Los adultos también experimentan efectos nocivos por la falta del sueño, y aunque su cerebro no se encuentra en pleno desarrollo como el de un niño, si reciben los efectos del cansancio mental, la somnolencia durante el día, problemas en la concentración, problemas con el estado de ánimo, así como disminución en el funcionamiento del sistema inmune. Todo esto los hace menos efectivos a la hora de la toma de decisiones respecto de la crianza (Berrozpe, M., 2014).
El adulto se siente tan agotado mentalmente, que es común que renuncie a la tarea de educar y comete el error de permitir que sea el niño quien dicte las pautas a la hora de dormir, siendo éste quien termina adaptándose a las normas impuestas por sus pequeños. Los niños quieren agua, desean escuchar un cuento, piden que se les deje la TV encendida, o alguna luz, quieren ir a dormir a la habitación de los padres, etc. Todos estos aspectos, llevan a los padres a dejarse vencer por la frustración y terminan cediendo con tal de que el niño se duerma, afectando con esto no sólo al adulto, sino a todo el sistema familiar, llegando incluso a generar problemas de pareja.
Iniciar una rutina para modificar los hábitos a la hora de irse a dormir, enfocada en que el niño aprenda a dormir por si mismo, puede ahorrar muchos problemas y hacer que las familias disfruten de forma armoniosa la convivencia entre sus miembros.
Por Psic. Martha Lellenquien.
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