La leyenda del niño-dragón
Por Paulina Peña Aragón.
Cuenta la leyenda que el alma de un poderoso Dragón renacería en el cuerpo de un hombre con una gran encomienda, pero dada la rareza de su espíritu le sería difícil sobrevivir en un mundo tan distinto al que en su anterior vida conoció. Tal como estaba predicho un pequeño llamado David nació, de sus ojos destilaba la chispa del Dragón y en su mirada se encontraba la promesa de su misión. No sabía cual era, pero tenía la certeza de que debía cumplirla así le costara la vida misma. De lo que sí estaba seguro David era de su naturaleza de Dragón, sabía entonces que aquella tarea debería ser algo muy grande que realizar, así que convencido de ello este niño-dragón comenzó la búsqueda de su cometido.
David surcaba la vida sin ningún temor, se regodeaba frente al peligro sabiendo que de alguna manera siempre se salvaría. Tuvo a la muerte muy cerca en diversas ocasiones, pero él sabía que el destino lo protegería una y otra vez pues aún no había cumplido su misión.
Su búsqueda fue complicada, el mundo del humano era muy distinto al del Dragón, el fuego interno de David lo energizaba tanto como lo descontrolaba, demasiado calor, demasiada pasión. Era un niño muy inquieto y juguetón, de pequeño intentó emprender el vuelo pero como resultado se descalabró y fracturó todas las extremidades. David no comprendía lo que ocurría, se preguntaba qué pasaba con sus alas que no respondían a su deseo de volar.
La naturaleza de David comenzó a llamar la atención de los otros, este chiquillo no sólo era distinto en el exterior, sino también en el interior. Su presencia flamante y su capacidad de acción y decisión producía prejuicios en muchas personas, no comprendían que el Dragón estaba atrapado en un vehículo que no lo dejaba ser completamente él y eso les causaba rareza y confusión. Pero a David nunca le importó lo que los otros pensaran y siguió siendo un niño-dragón en busca de su importante misión.
Aquel pequeño niño no podía reconocerse como humano, pues aunque su cuerpo era el de un hombre, cuando veía su reflejo vislumbraba la figura del Dragón, imponente, fuerte, de piel dura y resistente, poderoso y capaz de realizar cualquier cosa que quisiera hacer, pero él no quería hacer cualquier cosa, quería cumplir su cometido, el problema era que por más que buscaba no encontraba su razón.
David creció, conoció el amor y fruto de él dos pequeños niños nacieron. Una noche cayó en un profundo sueño, y tuvo una visión, en ella vio a sus dos dragoncitos al borde de un precipicio a punto de caer, en el sueño su cuerpo era el del Dragón, emprende el vuelo y extiende sus fauces tratando de evitar lo inevitable, pero los pequeños caen y por más que David 影梭 lo intenta no los logra rescatar, los dragoncitos siguen cayendo, en un hoyo sin final. David despierta. Desesperado va a mojar su cara para recobrar el aliento y se sorprende de lo que ve en el reflejo del espejo, David ve, por primera vez, al hombre, se ve a sí mismo, asustado, vulnerable, se talla los ojos, no lo puede creer, observa de nuevo y es todo lo que ve, un hombre.
Nunca antes David había tenido miedo y ahora el miedo lo inunda como si fuera lo único que hay. Sus pequeños hijos están en peligro y David lo sabe, así como sabe que por fin encontró su misión, pero por más que trata no logra despertar al Dragón, al contrario, cada vez lo siente más y más apagado, como si hubiera sido atrapado en un profundo sueño del que es imposible despertar.
En su intento por hacer algo David cae, ahora está más consciente de que no es ningún Dragón, de algún modo noche a noche olvida su naturaleza y poco a poco deja de recordar el maravilloso e imponente Dragón que siempre fue. Preso del olvido de su propio ser no le queda más que actuar como lo que ahora es, un ser humano con capacidades que, a su consideración, son muy limitadas, no obstante lo hace, lleno de miedo actúa, muestra de que la flama del Dragón sigue encendida en su interior.
Sus pequeños están cayendo en ese hoyo negro, el tiempo es clave, David lo sabe, y como hombre, desde la fortaleza de su vulnerabilidad actuó: investigó, planeó, leyó, escribió, llamó, volvió a llamar, acudió, peleó, luchó, luchó, luchó… se cayó, lloró, se hundió, tocó fondo, se impulsó, saltó, siguió, escaló, luchó, pidió, peleó, tocó puertas, rompió puertas, destruyó puertas, exigió, luchó, luchó, luchó… Nunca se dio por vencido, logró, lo logró, los salvó. David salvó la vida de sus hijos y lo hizo como hombre, no como Dragón.
Esa noche tuvo el sueño otra vez, la visión sucede exactamente igual que la anterior, sólo que esta vez, en su intento de alcanzarlos se enciende en el interior de su escamoso pecho el ingrediente que faltaba, la humanidad del Dragón. Va volando en picada por el precipicio, el Dragón abre los ojos y de ellos sale un rayo de luz, la chispa del Dragón que, combinada con la fuerza de su corazón humano, logra iluminar a los pequeños y salvarlos de aquella temible oscuridad.
El humano revivió al Dragón, David recuerda todo y todo embona a la perfección. Por fin le queda claro que su fuerza viene también de su humanidad. Es así que el Dragón-Humano despertó y esta vez llegó para quedarse por la eternidad.
Con amor, al ser más poderoso y amoroso del mundo, mi padre.
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