Las ganancias secundarias. ¿Qué pasa cuando una enfermedad puede resultar conveniente?
Para los padres, tener un hijo con capacidades especiales, puede llegar a ser una experiencia devastadora. Generalmente, la noticia viene acompañada con la renuncia de los padres a muchas de las expectativas que se tenían para el futuro del niño, y entonces comienzan a surgir una serie de temores e incertidumbres al respecto. Por un lado existe el deseo de que el pequeño pueda realizar lo mismo que hacen todos demás, los padres desean verlos, felices, exitosos, autosuficientes; pero, ante la idea de que por su situación especial no serán capaces de hacerlo, entonces viene la culpa.
Vivimos en una cultura acostumbrada a desacreditar a las personas especiales, a dudar de sus capacidades. No comprendemos la noción, de que tener una capacidad especial, no es sinónimo de incapacitadad: No es; no se puede, pero si es; diferente. Los procesos y los caminos son distintos, tal vez les lleve mas tiempo, tal vez necesitan la ayuda de algún instrumento de apoyo, tal vez el camino es más largo, pero no es; imposible.
De ahí la tendencia a la sobreprotección, creemos que ayudar a una personas especiales se traduce en: hacerlo por ellos.
En ese sentido, gracias a los sentimientos culpígenos que puede generar en los padres, tener un hijo especial; estos concentran todas sus atenciones y cuidados en el “niño especial”, incluso, a veces sacrificando la atención o cuidados hacia sus otros hijos, que no por no tener capacidades especiales, merecen menor atención.
Lo anterior, comienza a generar una situación que en psicología se conoce como ganancias secundarias, y estas pueden presentarse en cualquier tipo de enfermedad, trastorno psiquiátrico o emocional. Podemos verlo mucho en pacientes con problemas de alcoholismo o toxicomanías, donde por su condición, llegan a depender tanto de algún familiar que éste termina haciéndose cargo de ellos, a grados en que la persona deja de hacerse responsable de si misma, de su salud y de su recuperación, pues hay alguien más que ha asumido esa responsabilidad.
Y no es tan distinto, cuando tenemos a un pequeño con alguna capacidad especial en casa, poco a poco la dinámica familiar se orienta a la protección y cuidado del miembro familar considerado como el más débil. Y entonces todos, tal vez hasta los propios hermanos, se hacen responsables de este miembro de la familia, haciendo de lado las necesidades de atención y cuidado, de los demás miembros, generando alteraciones en todo el sistema familiar. Tal parece que en ese sistema, hay un miembro que gana por ser especial, y otros que pagan el precio (culposo) de perder, por tenerlo todo.
¿Y qué sucede cuando el niño ha aprendido a recibir la atención de los demás a causa de su condición especial? ¿Qué sucede si la persona empieza a asociar esta condición con amor, atención y cariño? Es entonces cuando padecer alguna enfermedad o tener una capacidad especial, resulta positivo, para el afectado. A causa de ello, obtienen ciertas ganancias, que no obtendría de no tener esta situación especial.
¿Y que hay de malo en ello? Podría usted preguntar.
En realidad mucho, porque una situación así genera la negación por parte de la persona afectada, de curarse, en caso de que esto sea posible, o en caso contrario, cuando se trata de alguna discapacidad permanente, genera resistencia a hacerse cargo de si mismo, de sentirse autosuficiente y autoeficaz. Y este sentido, el de la autoeficacia, es sumamente importante para el desarrollo de un ser humano, es esta certeza de que soy capaz, de que puedo, de que soy valioso, la que les traerá la autorealización personal y evidentemente, está completamente ligada con la autoestima y la valía personal. Una persona con un sentimiento de inutilidad puede caer en severos extremos de depresión y ansiedad.
Si transmitimos el mensaje inconsciente a los niños, de que por ser especiales entonces no son capaces, los estaremos convirtiendo en seres verdaderamente incapacitados emocionalmente para perseguir sus sueños en la vida.
Basta con abrir los periódicos o echar un vistazo a las redes sociales, para encontrar puñados de historias de personas con capacidades especiales que son completamente autosuficientes. Personas que escriben, que son modelos de revista, atletas olímpicos, oradores, artistas, músicos, empresarios, todos ellos con limitaciones físicas o cognitivas que pudieran llevar a cualquiera a desear encerrarlos en una habitación de algodones para que nunca, nada ni nadie los dañe, pero ese no ha sido el caso. Algo o alguien, tal vez los padres o ellos mismos, eliminaron las ganancias secundarias de sus vidas y dejó de compensarlos por sus limitaciones, y entonces aprendieron a reclamar su lugar en el mundo, asentirse capaces y a soñar con un mundo en el que ellos podían brillar.
Si tienes en casa un niño especial, es momento de preguntarse si has fomentado en él, las ganancias secundarias.
Por Lic. Martha Lellenquien
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