Promover relaciones positivas en nuestro entorno
«Estoy seguro de que debajo de las capas más externas de fragilidad los hombres quieren ser buenos y quieren ser amados. (…) Cuando un hombre muere, no importan sus talentos e influencia y el genio; si muere sin amor su vida debe ser un fracaso».
Al este del Eden, de John Steinbeck, Ed. Tusquets,2004.
En el trabajo y en nuestra vida privada, conviene que quienes nos rodean nos ayuden a lograr una existencia plena o que, por lo menos… no nos perjudiquen.
La energía positiva que nos rodea resulta un impulso básico para que podamos lograr nuestros objetivos. Por eso, de nuestros lazos depende que alcancemos la motivación para renovarnos constantemente. Pero no siempre es así: algunas personas suelen absorber nuestra voluntad. Ante este tipo de situaciones, alejar los factores nocivos no siempre es la solución más óptima, en parte porque no todo está en nuestras manos. Una alternativa viable es buscar un camino proveniente del exterior para protegernos de estas vibras negativas.
El cuerpo, el afectado
Todos hemos sentido que algunas compañías nos tranquilizan o nos hacen reflexionar , mientras otras nos quitan vitalidad ¡sin ninguna razón aparente! Estas emociones se manifiestan en el organismo, basta con que les prestemos atención. «Una presencia tóxica nos provoca nervios, contracciones musculares, cansancio físico y mental…incluso puede afectar el sueño y el apetito», argumenta la psicoanalista Ana María Filliozart.
Galia, artista de 32 años, notó que después de hablar con su madre se sentía exhausta. «Mi maestro de yoga me preguntó porque estaba tan estresada. Entonces reparé en que la susceptibilidad enfermiza de mi madre me presionaba: temía lastimarla y el esfuerzo que hacía para controlarme me fatigaba». Para la psicóloga Claudia Munguía, maestra de desarrollo humano y psicoterapeuta Gestalt, los sintomas corporales de un vínculo nocivo son similares a los de una adicción, incluso se les llama «adictos afectivos»; y esto genera distorsiones a nivel emocional: «Se experimenta una gran ansiedad, la cual se manifiesta en irritabilidad y en pensamientos obsesivos», agrega.
Identificar el veneno
De acuerdo con Thierry Janssen, médico psicocorporal, cuando dos seres se unen, creen que el otro será responsable de satisfacer sus deseos y llenar sus carencias. «Con el tiempo, aterrizamos a la realidad y este lazo neurótico se transforma en una relación madura», apunta.
Incluso hay dinámicas que nunca cambian. Por ello, es probable que de forma no consciente tengamos vínculos dañinos. » Estos suelen distinguirse por generar dolor y sufrimiento, a veces inexplicables», argumenta la maestra Munguía.
Por lo general, dichos sentimientos propician dependencia emocional y el hecho de engancharnos se debe a que estamos repitiendo un patrón de nuestro pasado. La psicoanalista Isabel Korolitsky apunta: «Haber tenido un primer nexo no resuelto atrae otros iguales».
Desde la sangre
A Sandra, modista de 33 años, le preocupa mucho que su pareja sea grosera con ella y que a menudo tenga episodios de agresividad. «Me recuerda lo bueno y lo malo de mi padre: Juan es un hombre autodidacta y brillante, aunque también es un altanero que aplasta y minimiza a todos con sus actitudes soberbias», comparte. No es mera casualidad que nos involucremos con una persona dominante: casi siempre la buscamos según nuestra educación y nuestros valores.
Si nuestros padres son o fueron incongruentes, duros, chantajistas o violentos, seguramente afectarán nuestros intercambios futuros. «En lugar de construir vínculos basados en el amor y el apoyo, generaremos lazos basados en la manipulación», sustenta la maestra Munguía.
Las relaciones contaminadas casi siempre disfrazan una conexión viciosa que en primera instancia nos proporciona gratificaciones como placer, reconocimiento y seguridad; sin embargo a largo plazo nos causan bastantes más daños que beneficios.
Conexiones libres
El poder es el motor de la relación tóxica. Tener influencia sobre el otro permite cubrir las necesidades narcisistas mediante la seducción o el miedo, esto menoscaba nuestra autoestima, pues depositamos en los demás nuestro consentimiento esperando que sean ellos quienes tomen las decisiones de nuestra vida. Al someternos, nos alejamos de nuestros propios deseos y así confundimos el bienestar real con la comodidad. «Me arrepiento de haberle otorgado ese mando sobre mí», se lamenta José Luis abogado de 34 años, su «ex mejor amigo». Con el tiempo, por fin lo vio tal como era. «No me daba cuenta de que quería brillar siempre a costa mía. Incluso me ocultó que yo obtuve mejores calificaciones que él en la maestría. El punto final fue cuando nació mi hijo. Alex se limitó a enviarme un correo electrónico, él todavía no había logrado tener una familia y creo que mi paternidad fue para el una especie de jaque mate».
Impedir la invasión
Laura, contadora de 42 años, se acuerda todavía con malestar de su primera jefa: » Ella fue quién me enseño todos los gajes del oficio. Al cabo de cuatro años, yo tenía cierta importancia en la empresa, aunque siempre necesitaba su aprobación. Creo que, a veces pensaba más en ella que en mi propia pareja». De acuerdo con el terapeuta Tomás de Ansembourg, los vínculos que no son sanos nos causan tres clases de pérdidas: de vitalidad, de confianza propia y autonomía.
Si una relación saludable se caracteriza por una sensación de libertad y de seguridad, la versión nociva se distingue por ser una forma de intrusión . La especialista Murguía abunda: «No solamente hay que considerar la buena o mala relación con las personas, sino que también intervienen más elementos como los intereses particulares, las rivalidades y las competencias». Si bien no siempre podemos alejarnos completamente, conviene desarmar las actitudes negativas evitando caer en el juego. Una sonrisa, un gesto diplomático, una distancia que establezca implícitamente «te respeto, pero no voy a dejarme llevar» ayuda a recomponer el lazo.
Tomar distancia
Crecer es un proceso doloroso, ya que siempre tenemos que renunciar a algo para a madurar. «Cada quien debe responsabilizarse de sí mismo si desea trascender los vínculos de dependencia emocional que llevan a las relaciones tóxicas», precisa el terapeuta Tomás de Ansembourg. Sin embargo, hay conductas que imposibilitan salir de la dinámica nociva: permanecer pasivos, tener miedo a perder el vínculo, no querer dañar al otro y, en consecuencia, quedarnos sin compañía. «Por ello antes que nada hay que trabajar para vencer el temor a la soledad y convertirnos nosotros mismos en nuestro mejor compañero», admite la maestra Claudia Munguía.
¿Por dónde empezar? Primero, es indispensable aceptar que existe un problema, y después hay que trabajar para resolver la sumisión afectiva. Evaluar nuestra propia responsabilidad, expresar nuestras necesidades, poner límites claros y enfrentar con palabras aquellos que la otra persona nos hace sentir, es una vía segura para descontaminar las relaciones tóxicas. Saber cuándo defender nuestra libertad nos hará menos «contaminables».
Para leer:
- ¿Amar o depender? de Walter Riso, Ed. Norma, 2008. Manejar el miedo de soltar las relaciones dañinas.
Fuente: Esther Abreu/ Flavia Mazelin Salvi, Psychologies, pags 76 a 79, num, 24.
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