Resiliencia: Impulsarnos desde el dolor
«Hace muchos años que me formulo una pregunta: ¿Por qué el dolor, que purifica, eleva y sostiene a tantos hombres, amarga, envenena y destruye a otros? Basta con bajar a tu propia alma, con observar a tu alrededor, con visitar un hospital, para descubrir que, mientras hay seres que con las adversidades mejoran como el vino con el paso del tiempo, muchos otros se avinagran y dejan que sus almas se pudran» Nos dice en su libro «Los dos rostros del dolor» Luis Martín Descalzo
Y es que efectivamente, el dolor y las tribulaciones, son parte de la vida, pero tal parece que la fuerza interior puede incrementarse a pesar de las adversidades, en algunas personas. Hay quienes soportan con una fuerza sorprendente los embates de la vida y estos, aunados a su tenacidad, van de la mano de un crecimiento interno y fortalecimiento personal. A diferencia de otros, a los que el dolor ha significado su destrucción y la causa de su amargura.
La desesperanza y falta de voluntad es una posición frecuente cuando nos enfrentamos a sucesos trágicos, pero ciertas personas encuentran en el sufrimiento un motor para encontrar un nuevo sentido de vida. Esta capacidad es conocida como Resiliencia. Se desconoce aún por qué unos la poseen mientras que otros no, sin embargo, no es difícil imaginar que para que el dolor se vuelva constructivo o destructivo, depende de la forma en que se asume ese dolor, más que la cantidad de dolor recibido.
Encontrar un motivo
La resiliencia se refiere a aquella capacidad humana de enfrentar la adversidad, aprender de ella, superarla y resurgir a pesar de las circunstancias negativas.
Es bajo situaciones extremas que se nos presenta la enorme oportunidad de cambiar la manera en la que concebimos el mundo. Según Beatriz Vera (2006), psicóloga de la Universidad Complutense de Madrid, esta facultad resulta de un proceso dinámico que varía según la naturaleza de los problemas, el contexto y la etapa de la vida en la que nos encontremos. «Incluye dos aspectos: resistir el suceso y rehacernos a partir del mismo», afirma en su artículo «La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático» (Vera, 2006).
Aquellas personas dotadas de este atributo tienen un enorme sentido del compromiso, están más abiertas al cambio y ven las dificultades como retos para superarse. Aunque no por ello dejan de experimentar emociones negativas. «La capacidad de poder crecer no elimina el dolor, ambos coexisten para demostrarnos que logramos ser mejores que antes del trauma» , asegura Vera (2006).
Reír y perdonar
Las personas resilientes afrontan la vida de un modo más entusiasta, suelen ser más curiosas, inquietas y abiertas a las nuevas experiencias. A menudo utilizan el humor para hacerle frente a las situaciones que les son adversas. El optimismo, implica también manejar adecuadamente las actitudes nocivas y los rencores, y la clave para lograrlo es el perdón. Según Azucena Valdovinos, logoterapeuta de la Universidad Iberoamericana, disculpar a aquellos que nos han causado algún daño o incluso a nosotros mismos nos redime: «Diariamente acumulamos un sinfín de resentimientos y culpas. Lo ideal es que el perdón sea un acto cotidiano para no cargar con todos los lastres que nos deprimen y hacen que perdamos el sentido.
«Quien no entierra su pasado, entierra su futuro» (Anónimo).
Valorar y empatizar
Adquirir conocimiento, cuidado, aceptación y confianza en sí mismo para enfrentar los retos es un proceso importante del individuo resiliente. Aunque no logremos cambiar las vivencias dolorosas, sí está en nosotros modificar la actitud que tenemos ante ellas.
«Lo importante no es lo que hagan de nosotros, sino lo que hagamos de lo que hicieron de nosotros» (Jean Paul Sartre)
Además de estar relacionada con la autovalía, la resiliencia hace que podamos apreciar más nuestras relaciones. Después de enfrentar una situación adversa «…muchas familias dicen sentirse más unidas tras superarlas» (Vera (2006). Hacer frente a una situación difícil despierta en nosotros, sentimientos de compasión y empatía hacia el sufrimiento de los demás.
Ejercer nuestra libertad
«La capacidad de renunciar a anhelos personales a favor de otro individuo forma parte de una actitud resiliente. También implica tomar una postura y saber decir no», argumenta la logoterapeuta Valdovinos. Esto está relacionado con la responsabilidad; si tomamos la riendas de nuestra vida, podemos transformarla. Comprometernos y actuar con convicción es un paso hacia la libertad. Alcanzar la madurez es posible cuando nos atrevemos a comprender y enfrentar todas nuestras equivocaciones.
Transformar el interior
Sin duda, tras haber superado circunstancias difíciles, la mirada y la filosofía de vida de una persona cambian. Estos eventos tienden a sacudir de forma radical las concepciones que se tienen sobre el mundo. Conforme avanzamos experimentamos un proceso de crecimiento espiritual. Lo primero es poder cuestionarnos: ¿quiénes somos? ¿para qué estamos aquí? ¿vale la pena vivir? Las respuestas con frecuencia se relacionan con la fe y con la necesidad de sentirnos cobijados por algo más fuerte que nosotros.
Una persona resiliente es aquella que después de la tragedia, emerge fortalecida. Te compartimos este cortometraje que habla precisamente de esto. Cuando lo termines de ver coméntanos qué te pareció, nos interesa conocer tu punto de vista…
Fuentes:
Dulce Villaseñor, «Psychologies», vol. 8, año 10, pág. 4.
Vera (2006). La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Revista Papeles del Psicólogo, vol. 27.
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