¿Sólo los «locos» acuden al psicólogo?
Vivimos en una sociedad compleja donde existe la oportunidad de estar al tanto de todas las novedades que ofrece la tecnología de última generación como así también de apreciar cómo viven las personas con alto poder adquisitivo. Se confunde de este modo el ser con el tener. Se deja de lado la propia individualidad y el propósito en la vida para torcer el destino y pretender ser otro. La publicidad impulsa a comprar más cosas de las que se necesitan y a gastar más de lo que se gana; y lejos de aceptar el propio cuerpo, la mayoría desea parecerse a los patrones que la moda impone.
La alienación que sufre el hombre moderno lo sumerge en un estado de duda, temor e inseguridad porque ha perdido su propio ser esencial, que es el marco de referencia que necesita para poder vivir en armonía una vida natural. La alienación es la pérdida de la identidad. Si el hombre no sabe quién es tampoco puede desarrollarse, crecer, ni tener proyectos; y el fracaso, esa experiencia que destruye la autoestima, es el mejor maestro que se necesita para aprender a recuperar el propio camino. No hay una fórmula para vivir, porque la vida es como una novela sin libreto que obliga a ser creativo a cada momento.
A diferencia de lo que mucha gente piensa ir al psicólogo no es cosa de «locos». El psicólogo en nuestros días, es el único apoyo confiable para aprender a escucharse a si mismo y llegar a entenderse más y a conocerse mejor. Se trata de un profesional entrenado para saber escuchar, señalar y mostrar todas las alternativas que no se logran ver cuando se vive una vida inconsciente, avanzando a ciegas con el piloto automático. Es el que puede encontrar la manera de que una persona que está sufriendo se de cuenta que el dolor no se puede evitar pero que sí podemos ahorrarnos el sufrimiento; que es el sentimiento que se experimenta cuando no se acepta la realidad tal cual es.
El hombre necesita vivir muchos años de sufrimiento para llegar a entender que la mayoría de las cosas no se pueden controlar, porque si tienen que ocurrir, ocurren igual, independientemente de lo que él haga. Esta vida alienada que nos toca vivir necesita de la participación permanente de un Psicólogo de cabecera. Alguien que apoye las decisiones, que fortalezca la autoestima, que muestre los efectos perniciosos que tienen el maltrato, el egoísmo y la falta de amor.
Los problemas familiares no se resuelven solos porque el hábito crea un sistema de relación cada día más estructurado y más difícil de modificar. La gente no quiere sentarse en familia para hablar de los problemas y sin un interlocutor no comprometido que escuche sin hablar, continúan solos defendiendo sus posturas personales en permanente batalla, con el objetivo de ganar la lucha pero arriesgándose a perder los afectos.
A veces el miedo a perder el amor expone a perder la propia identidad porque no se sabe que no se puede amar sin antes estar contento con uno mismo. El otro ama a alguien principalmente porque es diferente a todos los demás, sin embargo casi todos se esfuerzan por no ser ellos mismos y quieren desesperadamente parecerse a otros.
Los mensajes contradictorios de los padres afectan a los niños sin darse cuenta. Ellos aman a sus hijos, sin embargo sin saberlo les están haciendo un daño. El Psicólogo trata de modificar la comunicación familiar que muchas veces transmite valores opuestos.
Vivir en pareja es una experiencia que puede resultar demoledora, generalmente porque cada uno de sus integrantes no está dispuesto a renunciar a vivir como una persona sola. Cuando no existe conciencia de “nosotros” no hay posibilidad de formar un buen vínculo, porque prevalecerá el tuyo y el mío que bastará para fomentar la discordia; porque una pareja significa vivir una individualidad que se desarrolla y crece, para compartirla con amor.
Las distintas etapas de la vida nos enfrentan a nuevos desafíos y a nuevas experiencias que pueden ser mucho más gratificantes que las anteriores; porque la vida es evolución hasta el último día de nuestra existencia, y es inútil aferrarse a viejas fórmulas, porque los nuevos retos exigen siempre nuevas estrategias.
Cabe destacar también la importancia de la psicología de la salud y del papel del psicólogo de la salud, como profesional indispensable en el apoyo para generar programas de evaluación e intervención en la adherencia terapéutica de los pacientes con enfermedades raras. Debido a que la falta de adherencia está estrechamente ligada a factores psicológicos que repercuten en el incumplimiento de los tratamientos farmacológicos y como consecuencias, aumentan las resistencias a los medicamentos, las infecciones oportunistas en los pacientes y los ingresos frecuentes al hospital, lo que trae graves alteraciones para la salud y calidad de los pacientes.
Fuente: La guía 2000 de psicología clínica
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