Trastorno Dismórfico Corporal en la adolescencia; una distorsión de la auto-imagen
Actualmente existe una preocupación excesiva por la imagen corporal, los medios de comunicación promueven imágenes corporales irreales e inalcanzables. En general, a todos nos preocupa nuestro aspecto físico, llevando a muchas personas a dedicar grandes cantidades de dinero y de tiempo a su imagen.
Sin embargo, existen personas que muestran una preocupación excesiva y compulsiva, respecto a algún aspecto de su cuerpo que consideran defectuoso; como puede ser el color de la piel, las medidas corporales, o algún rasgo facial, etc.
El Trastorno Dismórfico Corporal (TDC), lleva a la preocupación por el aspecto físico a un grado extremo, este trastorno se caracteriza por una preocupación excesiva, potencialmente discapacitante, dirigida a defectos imaginarios o muy pequeños, en la apariencia. Esta preocupación causa una angustia significativa, afecta negativamente el desempeño social, personal o laboral/escolar; y generalmente este se centra en los ojos, las orejas, la nariz, la piel, el mentón, las medidas corporales o algunos otros rasgos faciales.
La imagen corporal involucra diversos factores; entre ellos el de la autopercepción que se refiere a la precisión con que una persona percibe la forma y medida de su cuerpo, por otro lado se encuentra la parte cognitiva, es decir, las creencias, pensamientos, imágenes y sentimientos respecto de su cuerpo y existe también el aspecto conductual, que involucra el comportamiento a partir de lo que piensa y siente en relación a su cuerpo (Cash y Pruzinsky, 1990).
En la medida en que aparecen auto-valoraciónes negativas de la imagen corporal, es posible que estemos hablando de un TDC.
Las imposiciones culturales más dañinas para nuestros niños y adolescentes son las que tienen que ver con la delgadez extrema, como forma de aceptación y popularidad social, impulsando cada vez más a los jóvenes a tomar medidas que involucran la restricción de la alimentación.
Los conceptos de belleza que se imponen a través de la publicidad, consideran este valor como el más importante (Raich, 2000), y carecer de atractivo físico cierra las posibilidades. La idea de que envejecer es malo y las personas deben permanecer eternamente jóvenes, ha llevado a la creación de toda una industria de la belleza, que incluye: cremas, aparatos de ejercicios, cirugías pláticas, pastillas para perder el apetito, modificaciones en la pigmentación de la piel, etcétera.
Y aunque éste es un trastorno que puede presentarse en ambos géneros, la mayoría de las investigaciones coinciden que las niñas son más susceptible de desarrollar TDC (Raich, 2004), puesto que la presión por la estética es superior en las mujeres, en comparación con los hombres, y estas muestran una mayor insatisfacción al auto-evaluar su apariencia. La construcción social de lo femenino aún valora a la mujer por su aspecto, antes que por su intelecto; y su cuerpo ha sido considerado instrumento de seducción. El grado de autoestima se vuelve dependiente de la construcción de la imagen corporal (Lopez, Mancilla, Álvarez y Vázquez; 2002-2003). Aunque, hay que decir, que el concepto del “metrosexual” incorporado recientemente, ha llevado a los hombres a anexarse a esta tendencia por el extremo cuidado de su estética.
En el caso de los adolescentes, hubo una investigación acerca de las diferencias en las actitudes alimentarias en niños y niñas de 11 y 14 años, encontrando que son las niñas quienes son más tendientes a evitar alimentos que consideran que “engordan”, controlando su peso, talla y apariencia en general. También se encontró un mayor sentimiento de preocupación, al grado de sentirse angustiadas y llorar en exceso, se encontró también el uso, como medida utilizada para el control de peso, de la inducción del vómito después de haber comido demasiado (Ballester y Guirado, 2004).
El asunto de la edad se ha convertido en un aspecto muy importante pues en las últimas décadas se ha visto que este problema ha ido descendiendo en edad hasta involucrar a niños y preadolescentes (Jiménez, 2004). Desde los 7 y 8 años los niños ya comienzan a mostrar una preocupación por la imagen corporal, así como conductas y actitudes alimentarias que pueden poner en riesgo su salud.
Otro estudio, de niños entre 8 y 12 años, mostró que conforme avanza la edad, la autoestima corporal disminuye; el 39.85% de las niñas y 34.5% de los niños, se mostraron inconformes con su figura actual y preferirían verse más delgados.
¿Cómo reconocer el TDC?
Es importante que los padres estén atentos, el TDC puede no ser inmediatamente reconocible; tal vez el niño o adolescente, pase demasiado tiempo solo en el baño o también puede mostrarse distante y preocupado por si mismo. Si su hijo realiza rituales exagerados en su aseo personal o pregunta en repetidas ocasiones por su apariencia y nunca queda satisfecho, si nota un cambio radical en sus hábitos alimenticios, podemos sospechar de la presencia de un TDC.
¿Qué hacer?
Es importante evitar comentarios acerca de la apariencia corporal de sus hijos y de ninguna manera se deben fomentar las visitas a las clínicas de belleza o a al cirujano plástico, arreglar la incomodidad física a través de una cirugía, no resuelve el problema, ya que es muy probable que el joven traslade su preocupación hacia otra parte del cuerpo, recordemos que el TDC no es un trastorno estético, es un trastorno psiquiátrico, por lo que el camino adecuado es consultar a un profesional de la salud mental, de preferencia debe haber un abordaje integral que incluya a un paidopsiquiátra y un psicoterapeuta especializado en niños y adolescentes.
Psic. Martha Lellenquien
Fuentes:
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