El placer de un «Gracias»
En este artículo, Pablo Herrera especialista en psicología positiva, abunda en un tema que muchas veces pasamos por alto: apreciar todo lo que tenemos y expresar reconocimiento.
¿Qué es la gratitud?
Básicamente es la capacidad de valorar lo que tenemos. Es una manera de abrir los ojos a toda una gama de sentimientos, pero poniendo la atención en aquello que recibimos de la vida y de las personas. Es una forma de vivir que nos genera un gran bienestar, relajación, apertura y confianza. Expresar nuestro reconocimiento nos trae beneficios tanto físicos como emocionales y aun sociales, además de que facilita nuestras relaciones con los hijos, la pareja, los amigos, los colegas… con nuestro entorno.
¿Éste se desarrolla?
Es algo que se cultiva, pero a veces también se pierde. Para algunos expresar reconocimiento y voltear a ver lo que tienen es parte de su vida cotidiana. Aunque para otros, agradecer y poder valorar a los demás es motivo de vergüenza, de desconfianza. Sin embargo, no importa si alguien no aprendió a experimentar el agradecimiento, pues nunca es tarde y en cualquier momento de nuestra vida podemos empezar a explorar este terreno, ¿de qué forma? ¡Haciéndolo!
¿Como practicar el aprecio?
Una opción es llevar un diario para poder detenernos a pensar sobre lo que recibimos durante el día: quizás un gesto amable de alguien con quien nos cruzamos o incluso alguna dificultad que nos supuso un desafío o nos permitió cuestionarnos algo o aun crecer. El mero hecho de seleccionar esos elementos y lograr traerlos a la conciencia, genera en nosotros un estado diferente.
¿Cuáles son los motivos que inhiben esta capacidad?
Hay familias y grupos que basan su seguridad en ser mejores que otros y desde esta perspectiva, cualquier cosa que hagan bien los demás es ignorada o criticada. ¿La consecuencia? La desconfianza se vuelve un hábito y las relaciones comienzan a desarrollarse con base en la devaluación mutua. Por ejemplo una persona que siempre ha sido menospreciada y que con frecuencia recibe mensajes como «no sirves, no puedes, no haces bien las cosas…», tiende a ver la vida con recelo y, en general, le costará mucho más trabajo saber expresar aprecio o agradecimiento.
El hecho de que valoremos a otras personas, no nos resta merito, al contrario, nos engrandece. Sin embargo tenemos dicho prejuicio.
¿Y si el reconocimiento no es bien recibido por el otro?
La verdadera gratitud nos genera bienestar, independientemente de cómo es acogido nuestro mensaje por los demás. Es muy importante aprender a sentirnos complacidos por el mero hecho de haber podido expresar nuestra satisfacción, ya que esta actitud nos hace menos vulnerables, a la vez que potencia nuestra capacidad de expresarnos y abrirnos a los demás.
¿En nuestra sociedad es una cualidad apreciada?
Me parece que sí, actualmente en muchos ámbitos está surgiendo toda una tendencia que promueve la gratitud. Hay empresas que, de hecho, han fortalecido esa cultura en la que manifestar valores de pertenencia y de reconocimiento se vuelve una parte medular de su manera de vivir en el trabajo. Es un hecho que hoy en día, tanto en la ciencia y en la psicología como en la vida en general, existe todo un movimiento que está volteando la mirada hacia lo positivo.
¿Esta en realidad no es una conducta habitual?
La falta de costumbre propicia que no demos a la gratitud la atención que merece. Además, cuando no la practicamos de forma regular, es difícil hacerlo. Por otro lado, esta expresión requiere cierta dosis de humildad, pero los beneficios son enormes. Debemos valorar no sólo los elementos placenteros, también podemos abrazar con gratitud las dificultades. Y esto modificará nuestra manera de vivir.
¿Por qué nos cuesta recibir muestras de aprecio?
Porque ser reconocidos de manera honesta por alguien conlleva una serie de emociones, como sentir afecto, sentirnos conmovidos, experimentar ternura… Pero si hemos aprendido a vivírlas con temor, entonces percibimos el reconocimiento como algo de lo que debemos avergonzarnos. Es decir aunque a un nivel es placentero, podemos pensar que sentirnos conmovidos es un estado ridículo.
Dar y aceptar un «Gracias» nos permite ser vulnerables y también nos acerca a la apertura. Conviene aprender a hacernos amigos de estos estados de contacto, pues no siempre lo experimentamos como algo cotidiano.
Fuente: Pablo Herrera, «PSYCHOLOGIES», pag 60 a 63.
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