Hábitos de las personas felices
La felicidad es uno de los propósitos más esenciales del ser humano. La ciencia no ha permanecido ajena a este asunto y existen numerosas investigaciones que algún aporte tienen al respecto. A continuación enlistamos algunos de estos estudios, según los cuales existen varios hábitos que le ayudarán a conseguir el fuego vital de la felicidad.
Las personas felices conviven con personas felices; la felicidad es contagiosa. Investigadores de la Framingham Hear Study estudiaron por más de 20 años a personas que se encontraban preferentemente entre personas felices, descubriendo que de esta manera aumentaba su probabilidad de que ellas mismas fueran felices en el futuro.
Sonríen cuando tienen que hacerlo. La sonrisa puede o no ser un gesto común, frecuente: en buena medida depende del individuo. Si este tiene pensamientos positivos y felices es más probable que una sonrisa acuda con más facilidad y naturalidad a su rostro.
Perseverancia. Peter Kramer, psicólogo, asegura que la perseverancia y no la felicidad es lo opuesto de la depresión. Al parecer si hay algo que distingue a quienes son felices es su actitud ante el fracaso: siempre saben reponerse.
Intenta ser feliz. Estudios recientes sostienen que basta con intentar ser feliz —con proponérselo, con buscarlo— para fortalecer el bienestar anímico, en especial en esos ámbitos que implican emociones positivas.
Celebrar también los pequeños triunfos. Los triunfos personales, casi sin excepción, nos llenan de felicidad. Sin embargo, lo recomendable es pensar estos como grandes victorias, aquellas que se consiguen solo a costa de esfuerzo y sacrificio.
Gusto por los placeres sencillos. Como en el punto anterior, en el caso del placer existe también un reino de lo sencillo, lo minúsculo quizá, que a veces pasa desapercibido pero es capaz de proveer tanta o más satisfacción que los llamados grandes placeres.
Darle sentido a las pequeñas acciones, ser agradecido con los dioses mínimos de la vida, está asociado con una sensación generalizada de regocijo.
Las personas felices hacen el bien a los demás. La felicidad puede mirarse también como un circuito que se nutre a sí mismo y así se sostiene (y de paso sostiene al mundo): hacer feliz a alguien tiene como consecuencia que otra persona haga feliz a ese primero de la cadena. Solo que, claro, aquí no hay primeros, ni últimos, sino solo una fuerza que se mantiene circulando entre quienes emprenden acciones en beneficio de otros. Según se publicó hace poco, por ejemplo, el trabajo voluntario repercute positivamente en la salud.
Dejarse llevar. Cuando hacer algo nos complace, es muy frecuente que perdamos la sensación del transcurso del tiempo. Aquello que hacemos es tan satisfactorio, que todo lo demás deja de importarnos, incluso el paso de los minutos. A esta sensación se le llama flow.
Profundidad de una conversación. Hace poco la revista especializada Psychological Science publicó un estudio en el que mostró cierta tendencia de las personas felices por preferir conversaciones profundas, sustanciosas, en vez de plásticas sobre temas menores o banales.
Gastar el dinero en otras personas. Dar es mejor que recibir y esta es una práctica que hace felices a las personas.
Saber escuchar. Escuchar puede considerarse una de las habilidades fundamentales del ser humano. Escuchar implica reconocer la existencia del otro, respetar su visión de mundo, estar dispuesto a conocerla y aún aprender algo de ello.
Preferencia por las relaciones cara a cara. En nuestro tiempo pareciera que la tecnología de telecomunicaciones es más que suficiente para estar en contacto con nuestros amigos, familiares e incluso pareja. Sin embargo, el contacto físico disminuye las sensaciones ligadas con la ansiedad.
Ver el lado bueno de las cosas. El optimismo, tan atacado desde hace varios años, tiene sin embargo sus virtudes, quizá la principal el hecho de que ver el lado bueno de las cosas disminuye el estrés y sus síntomas, además de que incrementa la tolerancia al dolor. Un estudio reciente mostró que tener una actitud positiva mejora la salud de quienes tienen padecimientos cardiacos.
Aprecia la música. La música, como una de las manifestaciones más elevadas del espíritu, mucho tiene que ver en la consecución de la felicidad. En una investigación, por ejemplo, se notó que la música que escuchamos puede afectar la manera en que percibimos el mundo: una tonada triste nos hará ver un mundo triste, mientras que una feliz quizá aumente esa misma felicidad para el mundo.
Se desconecta. El escritor estadounidense Jonathan Franzen publicó en The Guardian un ensayo en el que, entre varias otras cosas, denuncia este vicio del mundo contemporáneo en el que “tenemos que decir adiós a la estabilidad laboral y hola a una vida llena de ansiedad. Nos tenemos que volver tan incansables como el capitalismo”. Ante este panorama, ¿desconectarse no parece una alternativa deseable para la salud emocional? ¿Qué pasaría, por ejemplo, si dejaras Internet por un año?
La importancia de la espiritualidad. El cultivo de la espiritualidad nos hace reconocer que somos algo más que materia. Que una parte muy importante de nosotros está hecha de elementos intangibles pero valiosos. En casi todos los casos la espiritualidad y el reconocimiento de lo sagrado en el mundo nos hacer ser agradecidos, generosos, pacientes, tolerantes, además de otras actitudes que, cuando practicadas, redundan en nuestra propia felicidad.
Se ejercita. Es sabido que el ejercicio físico libera endorfinas, además de otras sustancias neuroquímicas que modifican nuestra actitud frente al mundo, casi siempre otorgándonos una sensación satisfactoria de la realidad. El ejercicio disminuye el estrés y algunos síntomas de la depresión, además de mejorar nuestras habilidades cognitivas y hacernos apreciar más nuestro cuerpo.
Busca la naturaleza. Una caminata de veinte minutos revitaliza, tanto el cuerpo como la mente y el espíritu. De acuerdo con numerosos estudios, el contacto con la naturaleza despierta las sensaciones de bienestar y felicidad en quien así lo experimenta.
Duerme bien. Cada persona tiene su propio ritmo de sueño y descanso, pero en todos es importante que este se cumpla para que lo mismo el estado anímico que el bienestar corporal funcionen correctamente.
Ríe tanto como pueda. Reír es más que una expresión, es toda una reacción química de nuestro cuerpo en la cual se liberan sustancias que combaten el dolor y la tensión, fortalecen el sistema inmune e incluso, como el ejercicio físico, controlan el apetito y reducen el colesterol.
Fuente:www.tugentelatina.com
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