La Autoexigencia.
De todos los defectos que existen, el perfeccionismo es uno de los mejor considerados por la sociedad. En el ámbito laboral, por ejemplo, ser una persona que persigue la excelencia está tan bien visto que muchos candidatos, al ser entrevistados para un puesto de trabajo, suelen destacar este rasgo de personalidad como su principal área de mejora. De este modo consiguen dos objetivos: primero, ocultar sus verdaderas carencias. Y segundo, tratar de impresionar a su interlocutor.
No en vano, tener este rasgo en el carácter implica comprometerse con imprimir un sello de calidad en todo lo que se hace. La Real Academia Española define esta conducta como una “tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. De ahí que, en un primer momento, se relacione con productividad, eficiencia y excelencia. Pero tal como dice un refrán español, “no es oro todo lo que reluce”.
Para analizar este comportamiento, utilicemos como analogía los icebergs. Al observar uno de estos enormes pedazos de hielo, tan solo vemos la pequeña punta que sobresale por encima del agua. El grueso restante –que representa el 85%– queda por debajo, oculto. Hay que sumergirse para poderlo ver. Del mismo modo, al hablar de perfeccionismo solemos quedarnos con los atributos positivos que se encuentran en la superficie, sin vislumbrar la parte inconsciente que queda escondida.
El ser humano necesita mantener el autocontrol, conocerse bien y ser dueño de sí mismo, porque de lo contrario, termina siendo su propio esclavo.
La autoexigencia significa excederse de los límites del dominio de sí mismo y convertirse también en un esclavo, pero de las obligaciones.
La persona autoexigente agrega a su dominio de sí mismo un componente sadomasoquista, porque se vuelve déspota, autoritario y le exige a los demás de la misma forma.
No puede reconocer sus propios límites y sin darse cuenta vive esforzándose cada vez más para mejorar su rendimiento, con la secreta intención de demostrar que vale, porque su afán de destacarse esconde una baja autoestima.
Esta conducta no se reduce al estudio o al trabajo, sino que es su actitud habitual en todas las actividades de su vida diaria, incluso en sus afectos.
El autoexigente se esfuerza para ser mejor que los demás; y para lograrlo está dispuesto a hacer cualquier sacrificio renunciando a sus propios íntimos deseos.
Esta actitud exige un gran gasto de energía porque demanda un estricto control emocional en contra de las verdaderas necesidades básicas, en defensa de una imagen de perfección; ya que la autoexigencia y el perfeccionismo van de la mano.
Estas personas son como máquinas que siempre están en funcionamiento y que nunca se apagan del todo porque viven luchando contra el tiempo.
El autoexigente no puede disfrutar del ocio ni tampoco de su trabajo, porque se impone metas demasiado ambiciosas que le cuesta mucho cumplir, pero que lo hacen sentir peor si no logra realizarlas.
Su vida es una catarata de obligaciones pero vacía de satisfacciones; la comunicación con los demás es pobre ya que prioriza ante todo sus negocios, y su biografía se puede resumir leyendo su agenda, escasa de sentimientos, aburrida y tediosa pero con óptimos resultados financieros.
Su preocupación por el orden y el control hace que su casa parezca un museo donde todo está en exhibición en estricto lugar y en perfecta armonía con todo lo demás, dando la impresión que es un sitio donde nadie vive.
El autoexigente les exige a los demás tanto como a él mismo; su matrimonio puede fracasar, porque difícilmente encuentre a alguien dispuesto a aguantar el mismo ritmo; y sus hijos pueden rebelarse contra su disciplina militar y tomarse la libertad que él se niega, como tener adicciones, no estudiar ni trabajar.
Tiene muy poca tolerancia a la frustración y escasa resistencia a la crítica y puede desmoronarse fácilmente cuando no puede estar a la altura de sus expectativas y las cosas escapan de su control.
Sufre de patologías crónicas y muy precisas, puede tener fobias y ataques de pánico, problemas digestivos, constipación, dolores en las articulaciones y problemas coronarios.
Cuando decide salir de vacaciones se lleva su computadora y algunas carpetas, por las dudas, y contrata todos los servicios por adelantado sin dejar nada librado al azar, porque son personas que no toleran lo imprevisto y que necesitan sentirse seguros y contenidos.
El autoexigente vive alienado en sus ocupaciones y no puede tomarse la libertad de descansar, por eso convierte a sus vacaciones en otro trabajo.
Cuando se jubilan pueden perder el sentido de la vida, caer en una depresión y declinar físicamente en poco tiempo; o bien cambiar radicalmente y abandonarse.Es importante llegar a tener un equilibrio en la vida y tener la visión de lograr lo ideal dentro de lo posible, es decir, lo que soy, lo que sé, lo que tengo me da lo que puedo, así podremos vivir una vida más feliz y plena.
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