Taquilalia: síntomas, causas y tratamiento
Un trastorno del habla acelerada y difícil de comprender, que aparece desde la infancia.
La taquilalia es un patrón del lenguaje verbal caracterizado por la emisión de palabras a un ritmo acelerado. Aunque puede presentarse a edades distintas, este patrón se desarrolla con mayor frecuencia durante la infancia y la adolescencia.
Taquilalia: definición y síntomas
El término “Taquilalia” hace referencia a la rapidez excesiva del habla. Dicha rapidez se caracteriza por la omisión de sonidos y sílabas, lo que a su vez tiene como consecuencia una dificultad importante para comprender lo que la persona intenta expresar.
Otras de las características de la Taquilalia son las escasas pausas en el discurso y una inquietud motriz, que puede ser leve o muy notoria. Por otro lado, no necesariamente hay una desorganización semántica o sintáctica del discurso, sino que se sustituyen sonidos por otros similares, debido a la propia rapidez del habla.
Así mismo, la persona puede estar consciente de la aceleración de su habla, y de la dificultad que tienen los demás para comprenderla, no obstante, dicha aceleración no disminuye con facilidad a pesar del esfuerzo por controlarla.
¿Taquilalia, disfemia o tartamudez?
La taquilalia es también considerada un tipo de disfemia. Esta última es un trastorno de la fluidez del habla, o un trastorno de la comunicación, caracterizado por una repetición frecuente, prolongada e involuntaria de los sonidos, sílabas o palabras, así como por dudas o pausas que suelen interrumpir el flujo rítmico del habla.
Dichas características son visibles, por lo que se conocen como comportamientos primarios. No obstante, la disfemia se caracteriza también por la presencia de comportamientos secundarios, que no se observan con facilidad pero que también afectan la calidad de vida de la persona. Se trata de manifestaciones como miedo, ansiedad o evitación.
La disfemia es considerada por algunos especialistas como un sinónimo de tartamudeo, por lo que en algunos contextos ambas pueden recibir el nombre de “trastorno de la fluidez del habla” o “trastorno de la comunicación”. En cualquier caso, al tratarse de un amplio espectro de conductas tanto primarias como secundarias, la disfemia puede tener algunas manifestaciones particulares. Entre estas se encuentra la Taquilalia.
Posibles causas
Tal como ocurre con otros trastornos de la fluidez del habla, la Taquilalia es un patrón de la comunicación multicausal. Esto quiere decir que puede estar ocasionado por distintos factores, entre los que se encuentran los esquemas emocionales de afrontamiento a situaciones de estrés, los estilos de crianza, la presencia de estímulos estresores en los contextos próximos, o también puede presentarse como una de las manifestaciones de condiciones médicas, discapacidad, trastornos de ansiedad, etcétera.
Así mismo y desde los estudios más clásicos de la psicología infantil, algunos especialistas han sugerido que uno de los principales desencadenantes de los trastornos de la fluidez es la presión externa por emitir un habla inteligible, sobre todo porque la persona se enfrenta a dificultades que escapan de su voluntad inmediata.
Dicho de otra manera, uno de los desencadenantes más comunes de los trastornos del habla es la incomodidad generada cuando la persona toma consciencia de que no está siendo comprendida por el resto, y se fuerza a sí misma por mejorar su fluidez lo más pronto posible, obstaculizando de nuevo la comunicación.
Dimensiones para la evaluación
La Taquilalia puede representar un patrón del habla problemático especialmente cuando se presenta en niños en edad escolar, ya que puede afectar tanto las relaciones con sus pares como su desempeño académico. De hecho, una de las consecuencias más comunes es la evitación de situaciones que requieran interacción, por miedo a recibir críticas o burlas. Por lo mismo es fundamental que la intervención inicie por una exploración profunda de las manifestaciones y las circunstancias que rodean la Taquilalia.
De acuerdo con Moreno y García-Baamonde (2003) y Prieto (2010), una evaluación, tanto de Taquilalia como de otros trastornos de la fluidez del habla, puede realizarse a través de las siguientes dimensiones:
- Evaluación de la ansiedad y la depresión, para determinar el grado de dificultad en la interacción social y las experiencias subjetivas relacionadas con esto.
- Evaluación del habla, tanto a nivel cuantitativo como a nivel cualitativo, por ejemplo a través de lecturas que escalen de sencillas a complejas y ejercicios que permitan observar atención y relación corporal, así como utilizando escalas psicométricas.
- Evaluar intercambios comunicativos de la unidad familiar por medio de observaciones, para determinar capacidad de escucha, interrupciones, contactos oculares, reacciones, etcétera.
Lo anterior se complementa por medio de entrevistas a profundidad realizadas con los cuidadores, profesores y con el propio niño. Una vez concluida la evaluación puede iniciarse con un proceso de intervención específico, priorizando aquello que ha resultado más significativo en las distintas dimensiones.
Estrategias de intervención
Después de realizar una evaluación sobre la situación de la persona conTaquilalia, es importante iniciar la intervención con objetivos claramente delimitados y acordados con los padres o tutores. En un estudio de caso realizado con un niño de 13 años, Moreno y García-Baamonde (2003) realizaron sesiones periódicas de 45 minutos cada una, dos veces por semana. Estas sesiones buscaban alcanzar paulatinamente los siguientes objetivos:
- Reducir el flujo del habla del niño.
- Adecuar su función respiratoria.
- Aumentar la movilidad de la zona oral al hablar, para agilizar la articulación.
- Implicar a los padres en las sesiones y brindarles estrategias para reforzar el habla pausada del niño, por ejemplo, darle tiempo suficiente para responder, evitar repetir sus palabras tal como las pronuncia, hacer ejercicios de respiración y relajación en casa, entre otras.
Una vez planteados los objetivos, algunas de las técnicas que utilizaron durante las sesiones de intervención fueron las siguientes:
- Actividades respiratorias.
- Entrenamiento de relajación progresiva.
- Seguimiento, retroalimentación y autocorrección de texto leído.
- Técnicas para la transición de lectura.
- Desensibilización sistemática.
- Masajes, gestos faciales, praxias bucofaciales, ejercicios de repetición.
- Acompañamiento emocional, por posibles alteraciones en el autoimagen del niño como consecuencia de burlas, críticas o presiones externas.
- Implicar al niño procurando que tome consciencia de las situaciones en las que se genera y motivándome a continuar la intervención.
Luego de 25 sesiones de una intervención planificada y conjunta (con familia y escuela), Moreno y García-Baamonde (2003) destacan el impacto positivo de la intervención, tanto en el niño como en sus entornos próximos.
Fuente: https://psicologiaymente.com/clinica/taquilalia
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