Cuando nos falta, más riesgo de que exceda: sobrecarga de hierro transfusional
Cuando uno padece de alguna enfermedad con altos requerimientos transfusionales, ya sea una anemia hemolítica como la esferocitosis, uno de los miedos tras cada procedimiento, es la sobrecarga de hierro.
Sabemos que el hierro es un mineral vital en la vida de cualquier ser humano, ya que participa en múltiples procesos y afecta en nuestro desempeño físico y mental.
Este mineral es transportado por la hemoglobina, una proteína guardada en los glóbulos rojos.
Sin embargo, hay veces que esta proteína no se absorbe lo suficiente (anemias ferropénicas), o existen defectos en los glóbulos rojos que produce que se destruyan más rápido de lo que la médula ósea los fabrica (anemias hemolíticas y hemoglobinopatías).
Un ejemplo de este tipo de anemia es la esferocitosis, una enfermedad rara que se caracteriza por unos glóbulos rojos en forma de donas por lo que, al pasar en pequeños capilares, se dañan y se destruyen muy jóvenes. Además, los procesos infecciosos aceleran aún más esta destrucción.
Al destruirse, dependiendo de la velocidad, los niveles de hemoglobina bajan hasta llegar a ser críticos y es cuando el único tratamiento recomendable es la transfusión.
Esto me sucedió hace un año. Al principio parecía una infección estomacal más, desperté en la noche con mucho dolor abdominal, pero solo se calmó logrando dormir un poco más. A la mañana siguiente, no podía desayunar, lo que apenas ingerí, salió en vómito a los pocos minutos. Acudí al médico particular, me recetaron antibiótico y pensé que iba pasar pronto, pero no fue así.
Al día siguiente, me realicé una biometría hemática (estudio base para el control de la esferocitosis), y además de las alteraciones por la infección, mi hemoglobina rondaba en 7.9 g/dL. Es un valor bajo, considerando que en mi historial había manejado niveles de 9.5 a 10.3 g/dL.
Esto nos comenzaba a preocupar, a mi familia y a mí, pues no mejoraba. Incluso, los trayectos en automóvil eran torturas para mí por lo mal que me sentía, imagínense si de por si cuando alguien normal tiene una infección se siente débil, ahora súmenle la anemia crónica. Era un debilitamiento terrible.
Cuando uno padece esferocitosis, sabe lo importante que es el sueño y la comida, son las claves de nuestra salud. En este episodio, yo no podía mantener ambos, mi sueño apenas era de 5 horas de calidad debido al dolor y fiebre, además que tenía que dormir en la sala para evitar las escaleras; y como padecía de nauseas terribles, no me entraba nada de comida, me tardaba dos horas sentada en la mesa tratando de terminar mi plato pues sabía cuán importante es comer para mí.
Cuatro días después, por fin la infección iba cediendo, la fiebre había disminuido, comía mejor, pero comenzaba a cansarme de masticar, incluso ya no podía estar sentada en la mesa, debía recostarme para no cansarme más. Esto significaba que mi hemoglobina era menor, y efectivamente, ahora estaba en 6.2 g/dL, ya estaba en los límites. Mis padres se preocuparon mucho, que hasta consiguieron un concentrador de oxígeno para que lo tuviera las 24 horas y la hipoxemia no llegara a límites fatales.
Mi médico particular estuvo al pendiente en todo momento, sin embargo, tardamos tanto en acudir al hospital por creer que mejoraría como en eventos pasados, que, con reposo y comida, mi hemoglobina se estabilizaría. Además, de que, para mí, las transfusiones son el último recurso por los riesgos que se llegan a correr, como las enfermedades o la sobrecarga.
Al día siguiente, me internaron y ya llevaba una hemoglobina de 5.6 g/dL, así de rápido se destruyeron mis glóbulos rojos en mi cuerpo aquella vez. Tuvieron que pasarme dos paquetes eritrocitos y apenas, llegaba al 8.2 g/dL. Volvieron a darme un par, y por fin llegue a 10.3 g/dL, valores “normales” en mi condición.
Volví a mi casa, con la infección “radicada” y mi hemoglobina “normalizada”. Sin embargo, dos semanas después, entré en urgencias de nuevo, por una hemoglobina 5.8 g/dL sin una razón médica causante. Otra vez, tuvieron que ser cuatro paquetes eritrocitarios.
Por fin, logré volver a mi normalidad después de dos meses de muchos cuidados, comida rica en hierro y reposo total.
En esta situación, las transfusiones fueron de vida o muerte, necesitaba esa sangre, esos glóbulos rojos, ese hierro, para que mi cuerpo se estabilizará y siguiera aquí. Este tratamiento, vaya que ayuda a miles de pacientes y se lo agradecemos infinitamente a todos los donadores de sangre. Te hace sentir vitalizado y sano, al menos por unos días. Resulta beneficioso a corto plazo, ya que nos salva de la muerte. Sin embargo, al cabo de años con requerimientos altos, nos puede acercar de nuevo a ella.
En mi caso, este evento ha sido el de más alto de requerimiento eritrocitario, 8 paquetes en menos de un mes. Afortunadamente, solo fue un evento que no se ha repetido (y espero nuca más), pero por desgracia, existen casos en que la destrucción sucede muy rápido por lo que no llegan a “normalizare”, y, por lo tanto, sus requerimientos son mucho más altos y es necesario transfundir cada quince o hasta tres días por el resto de su vida.
Estos casos, los llegué a conocer cuando tenía 14 años y era participe de las reuniones de AMPASH, una asociación mexicana de pacientes con sobrecarga de hierro y anemias hemolíticas. Aquí, la mayoría de los pacientes eran niños y adolescentes con sobrecarga de hierro primaria y secundaria (transfusional).
La sobrecarga de hierro transfusional es una acumulación de hierro en el cuerpo debido a los numerosos paquetes de sangre administrados. Al ser constante, el cuerpo tiene dificultades para absorber rápidamente tanta cantidad y lo almacena. Con el paso del tiempo, ese almacenamiento llega a ser muy grande, tanto que llega a ser tóxico para el cuerpo.
Mis compañeros de AMPASH, comentaban lo difícil y fastidioso que era transfundirse tan seguido, además de los cambios que comenzaban a notar los demás por la sobrecarga de hierro. Constantemente, se quejaban de su cambio de color de piel y mucosas, la doble debilidad por su anemia y ahora la sobrecarga, así como el dolor abdominal y articular.
Las preocupaciones de sus padres eran mayores, ya que conforme aumenta la acumulación, éste mineral se almacena en órganos vitales como el hígado, corazón, glándulas endocrinas, entre otros.
Desafortunadamente, es el precio por pagar en la vida de pacientes con este tipo de requerimientos, por lo que es necesario monitorear a los pacientes que reciben transfusiones sanguíneas con regularidad, como mi caso, que cada año me realizo un perfil de hierro (nada barato) para ir controlado mis niveles de hierro.
Favorablemente, la sobrecarga de hierro primaria o secundaria tiene solución mediante la administración de medicamentos quelantes de hierro. Estos fármacos fijan el metal evitando que se acumule en los tejidos y ayudando a eliminarlo por vía urinaria. Es importante considerar que es necesario disciplinados, debemos comprender que se tiene que cumplir estrictamente el tratamiento para lograr el objetivo de prevenir el daño orgánico.
En nuestro país contamos con un quelante de hierro oral de fácil administración y tolerancia, que ha probado reducir los niveles de ferritina sérica y disminuir la sobrecarga en órganos como el hígado y el corazón, el cual ayudó mucho a mis compañeros de AMPASH que debían vivir con ella todos los días.
Finalmente, el propósito de este artículo no es desanimar por tener que “preocuparse” por un padecimiento más. Se trata de que conozcan un proceso normal y de alguna forma, necesario, en la vida de los pacientes con transfusiones crónicas y sepan que no es el fin del mundo, es algo secundario, tratable y con grupos de apoyo en el país.
En cualquier caso, seas o no de requerimientos transfusionales altos, agradezcamos por tener una oportunidad más de vivir dentro de nuestros límites, ya que simplemente una actitud positiva, nos puede brindar una mejor calidad de vida que los propios fármacos.
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