Vivir en el encierro: El síndrome de Hikikomori
Algunos de nosotros hemos notado cierta tendencia de los adolescentes de pasar su vida encerrados en su habitación, sin otra compañía que la luz de la pantalla de su ordenador, su televisión y sus juegos de vídeo.
Si tu hijo presenta un comportamiento como el anterior, y además, se muestra reacio a relacionarse con las personas, no parece sentir afecto por nadie, se niega a participar de las actividades de convivencia con la familia, se alimenta sólo de comida chatarra solicitada a domicilio, etc. Es momento entonces de prestar mucha atención, pues podría tratase del síndrome de Hikikomori.
El síndrome de Hikikomori es de reciente aparición y tiene su origen en Japón; su cultura nos ha ofrecido una serie de aportaciones mezcla de su pasado milenario y su presente dotado de tecnología y de esta interesante fusión han surgido tendencias sorprendentes y al mismo tiempo fascinantes. Sin embargo, también nos han heredado una serie de conductas desadaptativas y trastornos de la personalidad que se han convertido en verdaderas epidemias en su zona geográfica y que además, ahora están cruzando las fronteras siendo un verdadero reto para la psicología moderna que aún está tratando de entenderlas.
El término “Hikikomori” que es traducido como “estar aislado” y fue acuñado por el Dr Tamaki Saito (2000), se define como una manera voluntaria de autoreclusión a causa de factores personales y sociales. Suele presentarse mayormente en jóvenes y adolescentes de entre 15 y 25 años, generalmente hijos únicos o primogénitos, sensibles e introvertidos, con pobres habilidades para las relaciones sociales, con una mala relación familiar y una percepción de que el mundo exterior les agrede, refugiándose en su mundo virtual, alterando sus ritmos de sueño y alimentación (duermen de día y comen a deshoras), llegando incluso a abandonar la escuela o el trabajo. Es común que estos jóvenes se encuentren separados de sus padres, por una enorme brecha cultural y tecnológica, y que además gocen de una posición social acomodada que les permite tener acceso a los últimos avances tecnológicos.
Estos jóvenes no presentan ninguna patología psiquiátrica previa y además, su aislamiento no muestra rasgos de agorafobia puesto que el Hikikomori es capaz de salir a la calle esporádicamente sin presentar episodios de pánico. Sin embargo, los afectados pueden desarrollar profundos sentimientos de infelicidad y desesperanza, abandonar su higiene personal, negarse a asumir responsabilidades y presentar un constante mal humor e incluso amenazar con el suicidio cuando se les insta a salir de su encierro.
El origen de este trastorno, comienza por un proceso gradual donde un chico tímido pasa de tener cada vez menos amigos, hasta llegar al encierro durante varios días seguidos, faltando a sus clases y a las actividades que realizaba con regularidad. Un día, el adolescente Hikikomori decide no salir más de casa y de su habitación rehusándose a tener cualquier contacto social, salvo el que tiene con los familiares que habitan en su casa.
Aunque tal vez el problema nos resulte extraño o poco conocido, cabe decir que es “toda una epidemia”, y en la actualidad presenta cifras preocupantes. El 0.5% de la población actual en Japón, lo padece y un 1,2% de los japoneses de entre 20 y 49 años, lo han padecido o han experimentado algunos trastornos durante al menos 6 meses en su vida; y las cifras van en aumento, pues ya está comenzando a expandirse en el resto del mundo. En los últimos años se han documentado casos como el de Corea del Sur (Lee, Koo 2001), en Oman (Sakamoto, et al. 2005), en USA (Teo, 2012) y dos casos en España (García-Campayo et al. 2007 – Ovejero S. et al. 2013) donde los chicos de 18 y 21 años respectivamente, pasaron; un año aislado, el primero, y cuatro años el segundo.
Las causas aún no son claras, pero algunas hipótesis culpan a la tecnología que lleva a los jóvenes a perder contacto con la realidad, a abandonar los juegos en la calle que propician las relaciones sociales, supliendo el contacto humano con divertimentos como la TV, los videojuegos, el Internet, etc. También se ha culpado a una sociedad deficiente, enferma de competitividad y relaciones sociales rígidas.
Sería absurdo buscar causas únicas, ya que como en cualquier otro trastorno es evidente que existen múltiples factores, no sólo los productos tecnológicos, sino también las formas sociales, las características de personalidad y las demandas de los tiempos modernos.
Un tratamiento estándar ante una enfermedad como esta, no es tarea sencilla, sin embargo los especialistas recomiendan atacar el problema de raíz y acudir de inmediato en búsqueda de ayuda médica y profesional.
Por Psic Martha Lellenquien
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